Columna de Gabriel Zaliasnik: Los hombres huecos
Chile atraviesa un ciclo histórico de decadencia de la mano de una elite culturalmente pobre y una ciudadanía cuyo capital humano se ha deteriorado. La caída del nivel educacional no se detiene desde 2013 a lo menos. Así lo demuestran los recientes resultados de la prueba PISA y de las pruebas Simce. En esta última solo el 18% de los jóvenes en segundo medio alcanzaban niveles adecuados en lenguaje mientras que en matemáticas un 54% de los estudiantes tenían nivel insuficiente.
En paralelo, nuestras marcas destacan en indicadores de violencia e inseguridad ciudadana. La victimización como el temor a ser victima de delitos han crecido exponencialmente, pero más grave es el incremento en la peligrosidad y violencia delictiva. El sicariato, los homicidios diarios con descuartizamiento incluido, ajustes de cuentas de bandas de crimen organizado, y secuestros, se han normalizado ante la indiferencia de autoridades que en el pasado hicieron todo por evitar el combate a la delincuencia, y que con los indultos conferidos, de facto y de iure legitimaron la violencia y debilitaron a Carabineros.
Por lo mismo, el talismán constitucional es insuficiente para superar aquello. Es solo un momentáneo placebo, un espejismo en el desierto, que nos permite con dificultades llegar a este día. La nueva Constitución (aquella que democráticamente se legitime con el próximo plebiscito) si bien debiera temporalmente suspender la beligerancia constituyente, no solucionará los problemas de fondo de Chile.
Más que nunca se requerirán liderazgos templados, voces decididas, para sacarnos del pantano al que nos arrastraron sucesivas políticas públicas mal diseñadas y el abandono de la vilipendiada política de los acuerdos de décadas pasadas a mano de una generación dirigencial que solo cree en destructivas premisas refundacionales. Mientras Chile no recupere el crecimiento económico, controle la inflación, renueve los incentivos para la inversión, provea certidumbre jurídica y regulatoria, mejore su capital humano, invierta en educación de calidad (no como mero slogan), valore el emprendimiento, deje atrás el resentimiento plasmado en una mirada de débiles vs. poderosos, y ricos vs. pobres, al punto de ideológicamente criminalizar al empresariado como se hizo en la reciente Ley de Delitos Económicos, la salida será difícil.
Nuestro declive es silencioso y desolador. Cómo no recordar entonces el verso de T.S. Eliot. en su poema “The Hollow Men” (“Los hombres huecos”), “This is the way the world ends, Not with a bang but a whimper” (“Así es como termina el mundo, no con un estruendo sino con un gemido”). Nos transformamos en una mala copia de país y nada indica que podamos recuperar el país que alguna vez fuimos. No, al menos mientras gobiernen quienes han hecho de la destrucción institucional su experiencia vital.
Por Gabriel Zaliasnik, profesor de Derecho Penal, Facultad de Derecho, Universidad de Chile
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