
Gabriela Mistral, una historia excepcional

Por Andrés Gómez, subeditor de LT Domingo.
Poco después de recibir el Premio Nobel de Literatura, Gabriela Mistral visitó la Casa Blanca. La recibió el presidente Harry Truman. En medio de la conversación, amable y protocolar, la poeta le preguntó: “¿Por qué un país tan poderoso como Estados Unidos no ayuda a mis indiecitos de América?”. También quiso saber “si no consideraba una vergüenza que la República Dominicana tuviese un dictador tan cruel como Trujillo”, contó el poeta y diplomático Humberto Díaz-Casanueva, quien la acompañó en la entrevista. Truman sonrió, y la reunión se dio por terminada.
La anécdota sirve para graficar dos de sus preocupaciones permanentes: el tema indígena y lo latinoamericano. Ella siempre relevó su identidad mestiza: “Por mi madre tengo sangre vasca y por mi padre india, hay en mí dos almas que se pelean”, dijo. “Lo poeta me viene por lo indio y mi afición al trabajo por lo vasco”.
Dos facetas de una poeta con múltiples dimensiones y que a 80 años de la obtención del Nobel, comenzamos a descubrir. La historia de Gabriela Mistral es el trayecto excepcional de una mujer que desde un pueblo pobre en las montañas salió al mundo y se convirtió en una de las autoras más influyentes de la región. Y, sin embargo, durante décadas fue omitida y subestimada, partiendo por sus colegas: Vicente Huidobro, Pablo Neruda y los poetas de Generación del 38. Esencialmente, la consideraban “anticuada”. “Le dijeron de todo: mediocre, impostora, retardataria”, confesó Gonzalo Rojas.
La celebración del aniversario la instaló nuevamente en el debate público. Ojalá no se la vuelva a reducir a etiquetas, cuando su obra es de una riqueza y una complejidad que elude rótulos: sí, ella abogó por los derechos de las mujeres, pero no se identificó con el feminismo militante; se definió “obrerista y amiga de los campesinos”, pero no abrazó el socialismo; era religiosa y en su fe se encontraban el catolicismo y cierto orientalismo; tuvo relaciones con mujeres y escribió poemas eróticos en torno a figuras femeninas. Y sobre todo, escribió una poesía de gran poder emocional, profundamente femenina, donde atraviesan los ríos y cerros de Elqui, los paisajes de América, y donde se cruzan el amor, el duelo, la tragedia y el deseo, con un lenguaje limpio, dulce y terrible.
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