Genio y figura
Por Alfredo Jocelyn-Holt, historiador
Lo sorprendente de Pamela Jiles no es que sea un fenómeno -hace rato lo es-, sino que se haya vuelto incontrolable, amenace con seguir pauteando, y pueda llegar aún más lejos con su populismo. De otra manera no se entiende la histeria generada.
Se le critica que denuncie y denigre a colegas congresistas, también de izquierdas, pero Kenneth Bunker tiene un punto cuando subraya que Jiles no estaría donde está sin el apoyo que le brindara el Frente Amplio y todo lo que sembrara ya antes la centroizquierda concertacionista y bacheletista, aun cuando lamenten ahora su arrastre. Que le saquen en cara que no tiene proyecto es ridículo; se ha propuesto liquidar el sistema de AFP y lo está logrando. A algunos les complica su variante de populismo. Por cierto, es repudiable como todo populismo, aunque ¿habría versiones potables? (remito a la columna de Daniel Matamala del domingo pasado en que se matricula con esa posibilidad). La comparan con Trump, también despreciado por farandulero; sin embargo, “the Donald” tuvo nada menos que al gobierno de los EE.UU. en sus manos durante cuatro largos años, contó con apoyo, se le eligió, y el sistema lo avaló.
Lo que muchos no están dispuestos a reconocer es que las circunstancias actuales, aunque ideales para talentos como los de Jiles, no se deben únicamente a esta Eva-serpiente y Quintrala demonizada, clásica femme fatale. En escenarios así de radicalizados, la responsabilidad corre por parejo. En cuanto a los retiros de pensiones, el espectro entero, de izquierdas a derechas, los ha promovido; lo mismo podría decirse del asalto tribunicio asambleísta al Congreso, y de quienes han permitido ese espectáculo circense. Nadie se salva.
¿Qué es lo propio suyo? ¿Ser juglaresa? Lo es. Le hace la corte al populacho “sinmonea”. Su público no es el hemiciclo sino la calle, y su ojo burlón es sin piedad (“La Belle Dame sans Merci”). De ahí que cuando acusa a Boric de ser “ansioso por integrar la elite que dice impugnar” o que “le salvó el pellejo a Piñera”, ¿sostiene algo enteramente falso, solo insulta, y habría que censurarla aunque da en el clavo? Lo otro notable es que, más que “performática”, es teatral. No solo inventa al personaje de “La Abuela”, lo “vive”, se posesiona tan de su papel que seguramente sigue el método Stanislavski; lo que es a Guy Debord y a Gramsci los maneja con una destreza que se la quisieran doctorandos en sociología. Por último, se hace de una comparsa. No me refiero al séquito que atrae sino a la troupe sin la cual no habría show y tanda: Schalper que se siente un “zapato chino” en vez de lo que se le dijo, la DC y Desbordes con quienes se entiende, Delgado que responde sus propuestas, la pareja guardaespaldas-masajista, y desde luego quienes la marginan. Nada que debiera ser para la risa, aunque igual sea jocoso.
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