Gente como uno
Por María de los Ángeles Fernández, analista política y presidenta de Fundación Hay Mujeres
Solo la desmemoria puede explicar la polémica suscitada por el diputado Gabriel Boric al proponer que “en los directorios de las grandes empresas tengan una participación los trabajadores, equivalente a la representación que tienen los accionistas, y que exista paridad de género en su composición”.
Sucede que, de forma relativamente atada a ese malestar que desembocó en furia con el estallido del 18 de octubre, se encuentran reclamos parecidos, intermitentes pero sostenidos, frente a esa falta de inclusión y de diversidad que caracterizaría al poder económico en Chile.
De esta forma, tanto la Sofofa como otras expresiones del poder empresarial como Enade e Icare, han sido blanco recurrente de críticas por una homogeneidad que se traduciría, de acuerdo a lo que señala Paula Escobar en su columna del domingo pasado, en una visión “alterada y desconectada” de la realidad. Se llega a tal conclusión luego de asociar, desde un enfoque sociológico, la idea de representatividad con aspiración a una semejanza que actuaría como espejo.
De particular relevancia por la severidad con que la crisis del Covid-19 ha impactado en la empleabilidad femenina reviste la demanda del presidenciable de Convergencia Social de directorios con paridad de género. Escobar recuerda que solo habría 9,4% de presencia femenina en empresas IPSA, en concordancia con el “Nuevo mapa del poder y género en Chile (1995-2018)” donde la presencia de mujeres en el poder económico sería de 9% mientras el promedio, considerando el poder en otros ámbitos como el social, el político y el simbólico, sería 20%. Si se hila más fino, en ese magro porcentaje se produce concentración vía repetición. Las todavía escasas directoras van, al igual de los hombres, de “directorio en directorio”.
De toda lógica resulta la interpelación que se le hace a los gremios empresariales, en consonancia con el mayor protagonismo que la Constitución le asigna al mercado en el ordenamiento de la vida económica y social. Sin embargo, los fenómenos que constata se extienden a muchas otras organizaciones donde sus directorios muestran un claro patrón de extracción común de clase, educación, lugar de residencia y redes de contacto. Un rápido repaso a muchas de ellas no encuentra precisamente a los destinatarios de su quehacer -sean niños, pobres, personas en situación de discapacidad u hombres portadores de sesgos sexistas a ser corregidos- sentados en sus directorios.
La endogamia empresarial puede ser vista como la punta del iceberg de un fenómeno más amplio que circunda nuestros imaginarios organizacionales. Círculos cerrados y autorreferentes en el mundo analógico que se replican -más allá del recurso al algoritmo como chivo expiatorio- en las llamadas “burbujas de filtro” o “cámaras de eco” de la esfera digital.
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