Germán Tenderini: 150 años del legado de servicio público
Por Marco Antonio Cumsille, superintendente del Cuerpo de Bomberos de Santiago
En 1870, el Cuerpo de Bomberos de Santiago tuvo 26 sesiones de directorio, 24 alarmas de incendio, un ejercicio general y un funeral, el de Germán Tenderini y Vacca, muerto en acto se servicios en el siniestro de Teatro Municipal un 8 de diciembre, hace 150 años.
Las 24 emergencias de ese 1870, el séptimo de nuestra existencia, en nada se comparan con las más de 10 mil que el Cuerpo de Bomberos de Santiago atendió el año pasado, sin embargo, uno de esos siniestros nos legó a un inmortal para la posteridad.
Tenderini fue el primer mártir capitalino y su tragedia remeció no solo a la incipiente organización sino también a la comunidad santiaguina que se volcó a las calles para acompañarlo en su despedida.
De golpe, los más de 500 voluntarios y 350 auxiliares que componían a las siete compañías fundadoras, comprendieron que la misión autoimpuesta era un compromiso que también podía entrañar la propia vida.
Tenderini no fue el primer mártir, ese camino trágico lo había iniciado en Valparaíso, puerto madre de los voluntarios en Chile, Eduardo Farley, teniente 3° de la actual Décima Compañía porteña, sin embargo, por el lugar y las circunstancias de su fallecimiento es sinónimo de un sacrificio sublime. Mencionar a Tenderini es evocar a otros 322 bomberos inmolados en Chile por cumplir su juramento de servicios.
Al cortejo del escultor italiano, nacido en Carrara en 1826, asistieron múltiples personalidades de la época, incluyendo la Masonería que por primera vez salía a la calle con sus estandartes y mandiles para homenajear al hermano caído.
Precisamente, después de asistir a la Logia Libertad y Justicia N° 5, Tenderini fue alertado del incendio y fue de los primeros en llegar junto a su compañero sextino y también masón, Arturo Villaroel, el célebre Capitán Dinamita de la Guerra del Pacífico.
Juntos ingresaron al teatro acompañados de Santos Quintanilla, otro miembro de la logia y funcionario del teatro, para buscar el origen del fuego. Quintanilla y Tenderini no volverían a salir con vida al exterior y sus restos fueron encontrados un día después.
Fue tal la destrucción, que nuestro primer mártir solamente pudo ser reconocido por lo objetos que portaba, especialmente un espléndido reloj que hoy se exhibe como reliquia en el Museo de Bomberos de Santiago (MUBO).
Han sido 49 las víctimas del deber que pertenecían a nuestras filas, pero sin lugar a duda hay muchos más que cayeron víctimas del tifus o la neumonía, producto del tipo de trabajo que se hacía. Los bomberos y auxiliares se metían en las acequias para formar tacos y juntar suficiente agua para surtir a las primeras bombas. No hay registros de cuantos fallecieron a causa del insalubre trabajo y nunca pudieron ser registrados como víctimas, puesto que morir por enfermedades no era considerado una causa digna de la posteridad.
Hoy en día, cuando evocar a Tenderini es recordar a los centenares de mártires que hemos tenido en Chile, también tenemos que recordar a aquellos bomberos desconocidos que nos dejaron a causa de su compromiso sagrado.
Un siglo y medio después de su partida, los bomberos de Santiago renovamos el sagrado martirio de German Tenderini y repetimos al unísono:
Voluntario Germán Tenderini y Vacca, presente, muerto en acto de servicio.
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