Giro político en Reino Unido

British opposition Labour Party leader Starmer meets voters across the country as campaign continues

Al contundente triunfo de los laboristas se suma el avance en apoyo electoral -no así en escaños- de la derecha nacionalista, que plantea un desafío doble para un debilitado Partido Conservador.



Reino Unido terminó el jueves pasado con 14 años de gobiernos conservadores y lo hizo de forma dramática para el partido del ahora ex primer ministro Rishi Sunak, entregándole a los laboristas un resultado histórico. Los tories no solo obtuvieron apenas 121 escaños, 252 menos de los logrados hace cinco años, sino que recibieron más de un 20% menos de apoyo electoral que en 2019. Casi siete millones de británicos que en las pasadas elecciones habían optado por esa colectividad, esta vez decidieron buscar otras alternativas o simplemente no concurrir a votar. En forma paralela, los laboristas, si bien crecieron solo en un 2% en apoyo popular, lograron, gracias al sistema uninominal que rige en Reino Unido, 412 escaños, más que duplicando los 202 que tenía.

Más allá del desgaste propio que genera casi una década y media de gobiernos conservadores, las cifras dan cuenta de un evidente descontento de los ciudadanos británicos, no solo con el gobierno de Sunak sino con el registro acumulado de sus antecesores, en especial desde el retiro de Reino Unido de la UE. Un panorama agravado por las consecuencias económicas de la pandemia. La promesa de cambio, basada en la idea de que muchos de los problemas que enfrentaba el país se debían a las restricciones que imponía pertenecer al bloqueo europeo, sigue pendiente y las figuras que lideraron ese proceso, de la mano de Boris Johnson, salieron de la primera línea. La economía, además, intenta salir con dificultad de meses de crecimiento negativo y alta inflación.

A lo anterior se suma la estrategia del nuevo primer ministro británico, que desde que asumió el liderazgo del Partido Laborista, hace poco más de cuatro años, decidió dejar atrás el giro hacia la izquierda que había experimentado durante la dirección de su antecesor Jeremy Corbyn. En su lugar, movió al partido hacia el centro, emulando en parte el giro concretado en los 90 por el entonces primer ministro Tony Blair. El desafío ahora, al lograr una mayoría en el Parlamento solo comparable a la obtenida por el propio Blair en 1997, es hacerse cargo de la demanda ciudadana por un giro en la economía y mantener la contención de la inflación. Según un estudio del Pew Research Center, apenas un 22% de los británicos siente que la economía va por buen camino.

Pero más allá del giro político en Downing Street y de la histórica derrota de los conservadores, las elecciones dieron cuenta además de un fuerte avance de la derecha nacionalista británica de la mano de Nigel Farage. El nuevo partido creado por el impulsor del Brexit logró no solo entrar al Parlamento y sumar cinco escaños, sino que recibió cerca del 15% de las preferencias, lo que equivale a más de cuatro millones de votos, en desmedro del Partido Conservador. Precisamente esa división en la derecha explica en parte la magnitud del triunfo laborista. Lo anterior plantea para el propio partido un desafío clave que ya enfrentan otros partidos del sector en Europa, la de endurecer o no su discurso para evitar la fuga de votantes hacia la derecha. El manejo de esa presión definirá en parte su futuro.

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