Gobernanza metropolitana para el ciclismo urbano

ciclovías


Juan Carlos Muñoz y Ricardo Hurtubia

Centro de Desarrollo Urbano Sustentable PUC

Es paradojal que en Santiago, a pesar de la carencia de infraestructura ciclovial de calidad, el modo de transporte que crece a una tasa más rápida es la bicicleta. Esto permite imaginar que, si tuviéramos infraestructura adecuada, nuestra ciudad podría acoger muchos más viajes en este importante modo.

Esto contrasta con algunas ciudades del mundo que han puesto la bicicleta en el centro de sus políticas de movilidad urbana para afrontar, entre otros desafíos, al cambio climático. Londres pretende multiplicar el número de viajes en bicicleta por diez y, para lograr eso, añadirá 450 kilómetros a su ya extensa red de ciclovías para 2024. En París se observa que un 60% de los numerosos nuevos viajes los realizan personas (principalmente mujeres) que comenzaron a usar la bicicleta en los últimos meses, gracias a la extensa red de ciclovías de emergencia que se implementó.

Promover la bicicleta ha mostrado ser una respuesta atractiva para esta pandemia, y para muchas otras crisis. La congestión, la contaminación, la obesidad, el ruido, la disponibilidad de espacio público. Para el cambio climático es claro que no basta con un simple cambio tecnológico que reemplace motores a combustión por motores eléctricos. Requerimos modificar también los patrones de movilidad de nuestras ciudades, reduciendo la dependencia del auto y aumentando el uso del transporte público, la caminata y la bicicleta.

En Chile, si bien el discurso de las autoridades en los últimos años ha ido en la dirección correcta, carecemos de una gobernanza que permita convertir ese discurso en acción. La nueva infraestructura se deja en responsabilidad de los municipios, lo que ignora que el transporte debe abordarse con lógica metropolitana pues la mayoría de los viajes unen distintas comunas. Además, se exacerban las desigualdades territoriales donde municipios de altos ingresos avanzan en la dirección de París y Londres mientras el resto a duras penas ajusta su red vial.

Los exitosos ejemplos internacionales mencionados anteriormente tienen en común algo que no es posible (aún) en nuestras ciudades: instituciones a cargo del transporte urbano (en todos sus modos) con atribuciones fuertes y capacidad de planificación real en los territorios metropolitanos a su cargo. Una gobernanza que garantice también la acción coordinada respecto de otros aspectos claves como el uso de suelo, áreas verdes, aguas, etc.

La figura del gobierno metropolitano (con elecciones en abril próximo) se acerca tímidamente al esquema de gobernanza requerido, pero está lejos aún de tener las atribuciones necesarias. Incluso si el futuro gobernador(a) ambicionara una ciudad menos dependiente del auto y más pedaleable, carecerá de las herramientas necesarias para su ejecución. Este periodo eleccionario ofrece un momento oportuno para discutir la urgente necesidad de proveerlas.

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