Gracias totales
Por Jorge Burgos, economista
La frase con que titulo esta columna, la inmortalizó el gran Gustavo Cerati el 20 de septiembre de 1997, con ocasión de un concierto que diera la banda Soda Stereo en el estadio de River Plate. Con ella quizo significar para siempre el agradecimiento -el aguante diría un porteño- a sus millones de seguidores, entre los que me inscribo. ¿A qué viene este recuerdo, en tiempos de pandemia? Bueno pues, es que me surge la necesidad de ocupar este privilegiado espacio para dar “gracias totales”.
Comienzo por hacerlo con quienes trabajan en la red pública y privada de salud, por las largas horas, los turnos duplicados, por los riesgos asumidos, por las vidas salvadas, por las lágrimas cuando no pudieron.
A quienes trabajan haciendo posible el funcionamiento de los servicios, que han permitido que estos no hayan sufrido interrupciones, y la vida ya suficientemente alterada, en ese aspecto básico discurra con plena normalidad.
A nuestras autoridades, que -al contrario de lo que ocurre en otros lares- se han dedicado a su trabajo. Bien sea fijando políticas de mitigación del riesgo inminente, otorgando las mayores certezas posibles o informando oportunamente.
Al Parlamento, estableciendo con sentido de urgencia los mecanismos teletemáticos para sesionar, despachando y mejorando leyes que se hacen cargo de los más carenciados y perjudicados con las consecuencias económicas del inesperado y mortal visitante. En particular, despachando la ley de indulto impulsada por Justicia, cuya ejecución es básica, más allá de la contumaz oposición de unos pocos. Al Poder Judicial y Ministerio Público en el intento cotidiano de no alterar en demasía su esencial función.
A las FF.AA., Carabineros y la Policía de Investigaciones, que han puesto su personal, capacidad logística y medios para permitir que el estado de excepción constitucional se desarrolle en beneficio de la comunidad con altos grados de compresión ciudadana. En fin, a tantos que olvido o no me caben en los caracteres asignados.
Para cerrar, me permito la libertad de un par de consideraciones más bien propias del aislamiento personal. A Alejandro Zambra por su estupenda novela “Poeta Chileno”, en la que da una prueba más de su originalidad, relatando la vida de un poeta en nuestro Santiago profundo. A Jonathan Coe, que en “El corazón de Inglaterra”, su último trabajo, a partir de la cotidianidad de personajes accesibles refleja de manera magistral la lucha por una Inglaterra abierta al mundo o que se vuelve sobre sí misma, como de alguna manera el Brexit lo consumó. La lectura es una gran compañera, y como efecto secundario evita el riesgo de los matinales.
En fin, gracias totales.
Comenta
Los comentarios en esta sección son exclusivos para suscriptores. Suscríbete aquí.