¿Grave o terminal?
Por Álvaro Pezoa, ingeniero Comercial y doctor en Filosofía
Mirando lo acontecido con el proyecto de ley para el tercer retiro masivo de fondos previsionales, el sistema político-institucional chileno parece mostrar síntomas de estar transitando el penoso camino de un enfermo grave a terminal. Dos hechos revisten particular seriedad: la significativa pérdida de apoyo al Presidente entre los congresistas de la coalición oficialista y la abierta disputa de poder existente entre el Ejecutivo y el Legislativo.
En un régimen presidencialista, el irresponsable abandono en que los diputados y senadores de Chile Vamos han dejado al Mandatario hace para él prácticamente ingobernable el país. La rebeldía de facto que anima al Congreso profundiza la situación descrita y genera una contienda de autoridad que en la historia nacional ha sido antesala de profundas rupturas de la vida republicana (1891, 1924 y 1973). El cuadro se ve agudizado por el desembozado populismo que han abrazado la mayoría de las tiendas políticas y sus correspondientes representantes en ambas cámaras. Este ímpetu no ha trepidado en pasar por encima de la normativa constitucional que, precisamente, delimita las atribuciones de cada uno de los poderes del Estado, arrogándose para sí competencias que no le pertenecen. Diputados y senadores han transgredido sin ambages el ordenamiento legal, anteponiendo sus egoístas intereses particulares al bien de la ciudadanía. La próxima reelección pesa decididamente más en sus actuaciones que las futuras pensiones de los sectores más vulnerables de la población y que la estabilidad del erario fiscal a largo plazo.
¿Qué viene? Difícil precisar, fácil presagiar. De un lado, se tiene un gobierno sin estrategia política, zigzagueante en principios y propuestas, desprovisto del apoyo de sus propias huestes, carente de significación en las encuestas, donde la figura presidencial se encuentra devaluada y el equipo político que la acompaña simplemente no gravita. Del otro, se yergue una mayoría parlamentaria que ha optado por traicionar sus deberes constitucionales para desatar un parlamentarismo de hecho, incluyendo a algunos que los mueve un franco propósito de derrocar al gobierno. De la combinación de estas fuerzas, sumadas la disposición beligerante del PC y sus aliados, el desbande de terroristas y delincuentes, todo en un contexto de agudas dificultades sanitarias y económicas, al tiempo que ad portas de un proceso constituyente y un año de elecciones cruciales, ¿qué cabe esperar? Salvo milagro o azar, Chile seguirá por el camino de deterioro sistémico en que se encuentra, rumbo a un quiebre político-social de proporciones. Resultado que se presenta especialmente previsible si se tiene en consideración las escasas reservas morales existentes, manifiestas en la falta de una reacción social al derrotero patrio en curso.
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