Graves incidentes en toma de Liceo de Aplicación
El que haya resultado un alumno con gravísimas quemaduras ilustra los riesgos de que la autoridad consienta que los estudiantes puedan seguir tomándose los establecimientos, exponiéndose además al peligro de que terceros infiltren estas movilizaciones.
La movilización de los estudiantes del Liceo de Aplicación, que devino en la toma del establecimiento el jueves de la semana pasada, concluyó abruptamente luego de que un alumno de 16 años resultara el fin de semana con gravísimas quemaduras producto de la manipulación de elementos incendiarios. Las clases deberían retomarse por estos días, pero ello dista de dar por concluido este incidente, uno de los más delicados de que se tenga registro. En particular, y a pesar del nutrido historial de perjuicios que causan las tomas violentas tanto a los establecimientos como al propio alumnado, las autoridades aún parecen no tomar conciencia de ello, consintiendo en que este tipo de manifestaciones puedan proliferar con demasiada facilidad.
El Liceo de Aplicación es uno de aquellos liceos llamados “emblemáticos”, el cual ha sido objeto de reiteradas tomas y actos de vandalismo desde hace años. Todavía se recuerdan, por ejemplo, los efectos de la toma del 2014, ocasión en que el liceo fue gravemente vandalizado. Este año ya habían ocurrido incidentes muy complejos, como el incendio que tuvo lugar en abril, también en el contexto de una toma protagonizada por los estudiantes. El que ahora haya resultado un alumno con quemaduras que lo pusieron en riesgo vital, ilustra en toda su magnitud los riesgos de consentir que los estudiantes puedan seguir tomándose los establecimientos, así como la extrema vulnerabilidad en que estos quedan al quedar expuestos a que personas ajenas a las comunidades estudiantiles infiltren estas movilizaciones y puedan proveer no solo de logística, sino que también den acceso a elementos incendiarios.
Sin perjuicio del derecho que tienen los centros de alumnos para hacer peticiones a la autoridad -donde si bien algunos de los petitorios son desmedidos o fuera de lugar, también permiten visibilizar las carencias que aún existen en los establecimientos públicos-, permitir que se llegue a vías de hecho, donde los alumnos pasen a controlar un establecimiento por la fuerza, sin que las autoridades salgan al paso de esto, desnaturaliza por completo el rol que cada quien está llamado a desempeñar dentro del sistema educacional, además de provocar un daño sistémico a la educación pública, cuya imagen se ve dramáticamente afectada cada vez que ocurren incidentes de este tipo.
Más allá de que las autoridades hayan repudiado que un estudiante haya resultado herido, otra vez quedan de manifiesto las tibias reacciones tanto del Ministerio de Educación así como de la Municipalidad de Santiago -en su calidad de sostenedor de este liceo-, donde se evita condenar expresamente estas acciones de presión, y la alternativa de un desalojo aparece como una opción lejana o condicionada únicamente a que se verifique la ocurrencia de hechos delictuales.
El Liceo de Aplicación y sus alumnos están pagando los costos de la falta de autoridad y de permitir que las vías de hecho sean las que prevalezcan -es previsible que si no hubiese existido este lamentable accidente el establecimiento seguiría en toma-, una señal ciertamente muy preocupante para toda la educación pública.
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