Guerra comercial
La guerra ya está declarada. Se sabe como comienza pero no como termina. A la imposición de aranceles al acero y al aluminio, el Presidente Trump anunció aranceles a importaciones provenientes desde China valoradas en US$ 60 mil millones. A lo cual China ya retrucó, con harta moderación hasta ahora. Por su parte, Estados Unidos eximió de los aranceles al acero y al aluminio a aliados tales como México, la Unión Europea, Canadá y otros, aunque las exenciones son temporales y están por caducar. La Unión Europea ya anunció que tiene preparada una lista de represalias si los aranceles al acero y al aluminio comienzan a aplicarse a ella. En el caso de México y Canadá, la exención temporal es la estrategia escogida por Trump para forzarlos a una renegociación del Tratado de Libre Comercio entre los tres países (NAFTA, por su sigla en inglés).
El daño ya está hecho. Las acciones de Estados Unidos contravienen las reglas básicas de la Organización Mundial de Comercio (OMC). En primer lugar, los países miembros están comprometidos a respetar el techo a sus aranceles negociados con otros países (los llamados "aranceles consolidados"). La escalada arancelaria de Trump ya viola esta norma. Segundo, el principio básico de nación más favorecida ha sido unilateralmente echado por la borda. Este principio dice que el arancel negociado con un miembro debe aplicarse a todos los demás miembros. En otras palabras, con excepciones para tratados de libre comercio, un país no puede mantener aranceles distintos para unos países que para otros. Esto es exactamente lo que ha hecho Estados Unidos con sus anuncios de aumentos arancelarios. China es el blanco principal del segundo grupo de medidas anunciadas y algunos países han sido temporalmente exonerados de los aranceles al acero y al aluminio.
Las acciones de Trump atentan contra el sistema que el propio Estados Unidos ha liderado en construir desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Pareciera que, de ahora en adelante, imperará la ley del más fuerte en lugar de normas consensuadas entre todos los países participantes en el comercio mundial. Aunque las represalias por parte de sus socios han sido prudentes, cualquier escalada por parte de Estados Unidos podría llevar a peligrosas represalias por parte de otros países. Como nos enseñó la experiencia de los años 30, cuando todos los países sistémicamente importantes comienzan a subir sus aranceles, el resultado es una catastrófica disminución del comercio internacional y un golpe mortal al crecimiento económico del mundo. Esto es así porque las importaciones de un país son las exportaciones de otros. La escalada de represalias asegura que las exportaciones de todos van a ser afectadas.
Los países tienen la solución para resolver sus diferencias comerciales: la OMC y sus procesos de resolución de controversias. Eso es lo que exactamente Trump está destruyendo. Algo muy serio para el futuro de la economía mundial.
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