Un gueto llamado Vitacura

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La disputa que han mantenido los alcaldes de Vitacura y Las Condes sobre el destino de un terreno refleja claramente dos maneras de entender Chile y la tensión que hay entre las dos almas que recorren la derecha: una más social y otra más cuica.

Por razones históricas, Las Condes es dueña de un paño en Vitacura, donde el alcalde Joaquín Lavín quiere construir viviendas sociales. Pues bien, su par de Vitacura, Raúl Torrealba, se niega a aquello, aduciendo que la comuna necesita más áreas verdes.

Bueno, en la vida, uno puede decir y pensar lo que quiera. Pero los datos nunca mienten. Y aquí la cosa es medio indefendible. Vitacura es por lejos la comuna con más áreas verdes del país. Al mismo tiempo, Vitacura es la única que no tiene viviendas sociales en todo su territorio. O sea, si hubiera que priorizar, la única respuesta correcta es que a la comuna le sobran parques y le falta integración.

Todos saben esto. Lo que pasa es que ni al alcalde, ni a los vecinos, les gusta la idea de tener viviendas sociales en su barrio. Mantenerlo cerrado como está, no sólo les permite vivir en entre ellos, sino también ha sido un buen negocio. Hoy Vitacura tiene el récord en precios de terrenos para casas. Y es una comuna bien cuidada, con barrios perfectos, buenos servicios. O sea, para qué echar a perder esta maravilla ahora, construyendo casas o edificios baratos, donde puede llegar cualquiera.

Esa es una forma de ver las cosas y que representa a una parte de la derecha más tradicional o cuica, para quienes la esencia de las cosas es mantenerse lo más separados posible. En la otra vereda están los que piensan en que aquello es un error, no sólo político, sino también social. Porque un poco de integración le haría bien a la comuna y no significaría ningún prejuicio: seguiría siendo bonita y limpia. Pero, también, más humana, menos segregada, menos gueto de gente rica.

Por eso se equivocan el alcalde y los vecinos de Vitacura. Porque la forma de mantener las cosas como a ellos les gusta no es cerrándose, sino abriendo controladamente la comuna. Y en esto no tienen que tener susto. Integrar la comuna no significa que todos tienen que andar con todos, ni que tengan que andar haciendo asados comunitarios. Nadie los obliga a ello.

Al final, este caso puntual hace pensar en la necesidad de ponernos de acuerdo en cuál es el mínimo de parques que puede tener una comuna pobre y también el mínimo de viviendas sociales que debe tener una comuna rica. Todo sería mejor así.

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