Hablando de ultras
El holgado triunfo de Bolsonaro, en la primera vuelta presidencial en Brasil, lo dejó a las puertas de ser el próximo gobernante del gigante sudamericano. Candidato típicamente atípico, se caracteriza por sus frases misóginas, homofóbicas y racistas, pero también por un discurso duro contra la corrupción, la delincuencia y por proponer reformas económicas en sentido correcto.
Todos los medios de comunicación que vi y la generalidad de los periodistas se refirieron a él como un candidato de "ultraderecha". Esto me sorprendió en dos sentidos: que la misoginia, el racismo y la homofobia sean inmediatamente asociadas al sector político con el que me identifico; pero también, porque no recuerdo el uso del adjetivo "ultraizquierda" de manera equivalente.
Lo primero me molesta, porque soy de derecha y presumo no ser nada de eso; pero, además, porque la máxima encarnación de esas barbaridades -Hitler- fue enfrentado y detenido gracias a la determinación de Churchill, el más grande líder que tuvo la derecha en el mundo durante el siglo XX, que plantó cara antes y con más determinación que nadie al socialismo Nazi y luego anticipó el peligro del socialismo marxista. Pero también hago un mea culpa, porque algo hemos hecho mal nosotros, si está socialmente validado atribuirnos esas formas de barbarie.
Pero el otro punto también es interesante. ¿Qué tendría que hacer alguien para que se le califique como de "ultraizquierda"? No recuerdo un titular que hable del régimen ultra izquierdista de Maduro, o de Ortega, o de Kim Jong-un. A todos se les aplica algún otro calificativo neutro, Ortega es "sandinista" o, cuando más, se habla del "régimen" de Maduro o de Kim. Tal parece que no es posible ser de "ultraizquierda"; la homofobia, cuando es de Stalin o del régimen castrista no es una expresión exagerada de su izquierdismo, pero sí lo es del derechismo.
Algo parecido ocurre con el liberalismo: los liberales Rawlsianos, vale decir, que postulan un liberalismo de características estatistas e igualitaristas, pueden enarbolarlo como bandera de modernidad y progresismo; pero aquel que sigue el liberalismo de Hayek, Popper y Friedman, no es realmente un liberal; para esos liberales hay otra denominación distinta, la de "neoliberal". La diferencia es que los neoliberales son -somos- expresión del abuso y la codicia; de modernidad y civilización nada.
El problema de Brasil no es, como se sugiere, que va a ganar un candidato de extrema derecha; el verdadero problema es que un ciclo de gobiernos corruptos de ultra izquierda arrojó a los brasileños a los brazos de un candidato que parece ser racista, misógino y homofóbico. Cambian muchas cosas, según donde ponemos el "ultra".
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