Hacia dónde avanzamos en educación superior

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Por Magdalena Vergara, directora ejecutiva de Acción Educar

A nivel internacional, se ha llevado adelante una discusión interesante respecto de la educación superior postpandemia, desde los desafíos comunes que han enfrentado los diversos países, como la transformación a las aulas virtuales, la sostenibilidad de las instituciones de educación superior (IES), la empleabilidad de sus estudiantes, así como también los desafíos que se prevén hacia futuro. Los cambios en los ciclos de formación y trayectorias educativas, la certificación de estudios avanzando hacia mayores especializaciones conforme las competencias que requiere el mercado laboral, la relación entre trabajo y estudio, el rol de la Universidad, la irrupción de la educación online y nuevas tecnologías, etc.

¿Qué conversaciones de este tipo estamos teniendo en nuestro país a nivel terciario? No muchas. En ese sentido, es valorable un espacio como el que se llevó a cabo hace unos días, donde los rectores de las universidades, centros de formación técnicas e institutos profesionales del país, se reunieron para abordar distintas temáticas. Son este el tipo de instancias que debiéramos aprovechar y fortalecer para reflexionar sobre el futuro del sistema, hacia dónde avanza, y en qué manera estamos preparados para abordarlo desde una mirada conjunta.

Lo clave es identificar los desafíos que enfrentamos para tomar decisiones a tiempo. Esto por supuesto requiere, por una parte, atender a las nuevas necesidades, comprender los cambios y ser capaces de generar las modificaciones mejoras para adaptarnos a ellos. Dado que nada de esto es de un día para otro, las discusiones que permitan una mejor comprensión para ir encaminando las decisiones se vuelven claves.

Al mismo tiempo, es fundamental repensar las políticas que se encuentran en implementación, en qué manera conversan los sistemas de acceso, calidad y financiamiento para lograr objetivos comunes: un sistema equitativo que permita trayectorias de calidad, así como también hacerse cargo de los nuevos desafíos que nos trae la pandemia, de manera que podamos actuar con suficiencia y rapidez.

Los sistemas de aseguramiento de la calidad a través de la acreditación y el de financiamiento, desde sus distintas políticas, deben ser capaces de promover e incentivar la innovación, permitiendo el dinamismo del sistema. No obstante, lamentablemente, lo que se observa es que tienden más bien a un status quo en el que muchas veces cambios innovadores en programas y métodos de enseñanza, son castigados por una mirada tradicional de los mismos.

A su vez, así como ocurre a nivel internacional, enfrentamos problemas concretos. La baja considerable en la matrícula que se enfrenta desde el 2020, tensiona aún más un sistema de financiamiento ya magullado por la gratuidad y aportes fiscales poco eficientes. El desarrollo futuro de la educación superior requiere que repensemos con responsabilidad nuestro sistema de financiamiento, promoviendo políticas fiscales sustentables. No basta con las soluciones parches insuficientes y que agudizan el problema. Requerimos cambiar el mecanismo, no seguir tapando los hoyos con mayores recursos.

En definitiva, la pandemia nos ha impuesto un cambio acelerado del cual debemos hacernos cargo, en especial desde la manera en que estamos abordando nuestras políticas, las que aún en implementación, podemos orientar para que permitan un mayor dinamismo y flexibilidad para adaptarnos a los cambios desde las diversas instituciones.