Hasta que Chile se acabe
“La triste frase que le da el título a esta columna está escrita en más de un muro desde el 18 de octubre y, hace unos días, la recordó el arquitecto Cristián Undurraga en una entrevista, a propósito del nuevo incendio que sufrió el Museo Violeta Parra, obra de su autoría”.
La triste frase que le da el título a esta columna está escrita en más de un muro desde el 18 de octubre y, hace unos días, la recordó el arquitecto Cristián Undurraga en una entrevista en el diario La Segunda, a propósito del nuevo incendio que sufrió el Museo Violeta Parra, obra de su autoría.
Creo que este atentado da cuenta de una dimensión paralela y ajena al contexto de indignación social, es una dimensión que tiene que ver con el caos”, explicaba el arquitecto. ¿Cómo se entiende la destrucción del museo de la artista más importante de Chile, del Café Literario del Parque Bustamante, de todo lo que se pudo romper y quemar de la segunda etapa del GAM, del palacio que albergaba a la U. Pedro de Valdivia o de la escultura “Solidaridad” del artista Mario Irarrázabal en la Avenida Argentina de Valparaíso?
“Tiene que ver con la gran deuda del país con la sociedad: la educación”, me dice Felipe Mella, en el programa Santiagoadicto de Radio Duna. ‘Mucha gente no sabe qué es el GAM, ni tampoco el Museo Violeta Parra”, agrega. Es cierto. La pésima educación pública de Chile, la carencia de cultura cívica, el desconocimiento de nuestros artistas y arquitectos, y de su obra, impiden que haya un vínculo más estrecho entre una parte de la ciudadanía y el patrimonio de la ciudad.
Volvamos a la escultura de Mario Irarrázabal en Valparaíso. ¿Cuántos porteños sabrán que esa monumental obra abstracta cubierta por láminas de cobre es una obra de arte? ¿Alguien tendrá conocimiento de lo que su autor quiso decir con la escultura de 12 metros? “Yo lo que traté de simbolizar ahí era cómo cuatro hebras que tenían un diámetro bien chico, al juntarse se duplicaban a más. La idea no es que en la solidaridad se junten solamente cuatro fuerzas, sino que se multiplican”, explicó alguna vez el escultor.
No solamente esta obra de arte carece de alguna placa que indique su nombre o entregue algo de contexto (como sucede con casi todo el arte público en Chile), sino que, peor aún, está ubicada en un espacio que también es de alto valor patrimonial, pero completamente invisibilizado y deteriorado. Se trata de la plaza Radomiro Tomic, diseñada por la gran artista María Martner con una serie de piedras y trozos de mineral en bruto, desde los cuales se obtiene el cobre. Ese cobre que cubre la escultura recientemente vandalizada.
Sumemos más carbón al fuego, a propósito de esta misma obra. En 1991 se convocó a un “Concurso Nacional de Esculturas en torno al Congreso Nacional”. Cerca de 200 maquetas llegaron y el jurado seleccionó unas pocas. Para el sector de Av. Argentina la obra premiada fue “Solidaridad”, del artista Mario Irarrázabal. Obra de grandes dimensiones en cobre aportado por la cuprífera estatal y la única premiada que se instaló.
Para el sector de calle Victoria fue elegida una gran escultura en concreto del arquitecto Mauricio Valenzuela de Bonadona. Sería financiada por la Empresa Cemento Melón y nunca vio la luz. Donde se ubica el Terminal Rodoviario de Valparaíso se crearía una plaza cívica que llegaría hasta la calle Chacabuco y que reemplazaría ese congestionado y sucio lunar de la ciudad. Allí se instalaría una obra de acero que pertenecía al escultor Sergio Castillo y que contaba con el aporte de la CAP. Nunca se ejecutó ni se instaló, tampoco hubo tal plaza.
En la Plaza O’Higgins correspondía una escultura en madera. El concurso quedó desierto y luego se le encargó en forma directa una obra al escultor Roberto Polhammer. Allí quedó instalada con una serie de intervenciones y modificaciones que la alejaron del modelo original.
Del embellecimiento del sector nunca más se supo y hoy, tanto esa escultura como la de Mario Irarrázabal se encuentran sucias, deterioradas y sin cuidados. Todo eso lo dice Carlos Lastarria, excurador del Museo Municipal de Bellas Artes Palacio Baburizza, en el diario La Estrella de Valparaíso.
Un cruel reflejo de la falta de relevancia que ha tenido la cultura, el arte y el patrimonio en nuestra sociedad. No los enseñamos, los ninguneamos, no les damos contexto y, entonces, no debiéramos sorprendernos tanto de la falta de cariño, respeto y conocimiento hacia el arte público y la arquitectura de nuestras ciudades.
Es duro decirlo, pero mientras no entendamos la importancia de la educación, mientras la desigualdad sea tan profunda y evidente en la manera en que ilustramos a las nuevas generaciones, habrá gente a la cual le parezca posible pensar y decir “Hasta que Chile se acabe”. Gente para la cual el caos tiene sentido, porque nada tienen que perder.
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