Hibernar para tener primavera
Por Claudio Castillo, director de la Fundación Horizonte Ciudadano y académico Salud Pública Usach
Espacio Público alertó sobre la necesidad que el Gran Santiago -la región más afectada por la pandemia en el país y la cuarta en el mundo- entrara en hibernación, para disminuir al máximo la movilidad en la ciudad. El objetivo es bajar la transmisión del virus y darle un respiro al sistema integrado de salud, cuya demanda está superando su capacidad de respuesta. Es, probablemente, la mejor alternativa luego de una serie de decisiones erradas. Explicaré por qué.
Para la Real Academia de la Lengua Española, hibernación es el estado que se produce en las personas artificialmente con fines anestésicos o curativos. Es justo lo que se requiere para lograr una pronta recuperación.
De este nuevo coronavirus comenzamos a saber en diciembre pasado. El Presidente Piñera ha dicho, reiteradamente, que desde enero comenzamos a prepararnos para enfrentarlo. Lo cierto es que, una vez que aterrizó en el país a través de personas de mayor poder adquisitivo, las decisiones que se tomaron, para detener su diseminación, resultaron infructuosas. Hoy no estaríamos hablando de hibernación o un cierre total de emergencia, si las definiciones iniciales hubiesen sido efectivas. Me atrevo a señalar que esa falta de resultados se produjo por un sesgo de clase social, no se aisló ni fiscalizó de manera exigente a los primeros casos.
La hibernación es simplemente la respuesta que nos queda frente a la urgencia y necesidad de mitigación del desastre al que nos llevaron. La evidencia respalda su efectividad para situaciones críticas. Un estudio publicado el 8 de junio en la Revista Nature estima que 3.100.000 vidas se salvaron en 11 países de Europa, gracias a decisiones como el cierre total (lockdown, en inglés). Se calcula que esto redujo el contagio en un 81% (en un rango entre 75 y 87%). Adicionalmente, un estudio del 2 de junio publicado en The Lancet concluye que el cierre total de Reino Unido fue la medida que permitió disminuir, efectivamente, la tasa de contagio y salvar miles de vidas.
Hoy, cuando el virus afecta a quiénes tienen peor estado de salud para enfrentar la enfermedad y, por lo tanto, mayor probabilidad de agravar y morir, debemos tomar medidas para mitigar mayores daños. Si bien son muy importantes los ventiladores mecánicos, las camas UCI y, particularmente, el esfuerzo sobrehumano de los equipos de salud, todo eso no basta. El énfasis debe estar en detener la transmisión del virus y, para ello, lo más efectivo es el cierre total de la ciudad.
Para lograr la hibernación, hay requisitos a cumplir: coordinación con alcaldes(as); reglas claras y sin excepciones respecto de los permisos para salir a la calle; definición precisa de tareas esenciales que se mantendrán; transferencia de recursos a familias de manera urgente, para que puedan abastecerse en comercios locales o con apoyo de municipalidades, evitando aglomeraciones; disminución de frecuencia del transporte público al mínimo; apoyo a pequeñas y medianas empresas, para que puedan mantener sueldos de trabajadores/as mientras dure el cierre; apertura de residencias sanitarias adicionales y, además, centros de acogida para mujeres víctimas de violencia intrafamiliar; una programación de medios de comunicación que ayude al estado de salud mental de la población y, finalmente, una campaña comunicacional transversal, a la altura del desafío que enfrentamos.
Las pandemias son eventos sanitarios y sociales, pero sobre todo políticos. Para tener primavera, como lo dijo un destacado salubrista, es necesario que hibernemos. No nos dejaron más opciones.