Hidrocarburos verdes
"Europa ha considerado que el camino más sustentable es clasificar como verdes a las energías tradicionales menos dañinas, buscando potenciarlas y valorarlas mientras avanzamos en la ardua tarea hacia una matriz económica sustentable".
El gas natural, hidrocarburo extraído junto al petróleo y el carbón, sería verde, ecológico y sustentable según un reporte de la Comisión Europea que redefiniría la taxonomía de su Plan de Acción para Crecimiento Sustentable. En Bruselas se dan discusiones extravagantes, pero ésta, por paradójica que sea, es bastante razonable.
En 2018, Europa lanzó su agenda verde para la carbono neutralidad al 2050 y reducir sus emisiones a la mitad al 2030. Para ello ha categorizado ciertas actividades como sustentables o verdes. Su criterio se reconoce como el mejor estándar para las finanzas sustentables y las métricas ESG (medioambiental, social y de gobierno), impactando la inversión y operación empresarial.
Dada su relevancia, realizar cambios es muy sensible, pero ya comienzan a aparecer, a pesar de que la primera taxonomía fue publicada en junio de 2020. Entre los más relevantes está la inclusión del gas natural y la energía nuclear como energías verdes. “Es necesario reconocer que los gases fósiles y la energía nuclear pueden contribuir a descarbonizar la economía europea”, decía el memorándum que se filtró desde Bruselas.
Esta incorporación guarda relación con la actual crisis energética europea. El frío ha traído críticas y protestas contra las políticas verdes debido a fuertes alzas en las cuentas de electricidad y gas, presionadas por el dramático aumento del precio del gas natural y temores de racionamiento. Europa pasa por una situación precaria ya que, a diferencia de Estados Unidos, no es independiente energéticamente. Ha presionado a sus empresas para que reduzcan sus inversiones en combustibles fósiles y ciertos países han cerrado centrales nucleares, incrementando la necesidad de importación de energía. Dos tercios de su consumo de gas natural viene del extranjero y la mitad viene de Rusia (hace 10 años era un tercio).
Cuando Europa se percataba que sus reservas de gas estaban bajo niveles históricos, Putin movilizaba 100.000 tropas a la frontera con Ucrania. Gazprom, la gigante energética rusa, ha estado presionando para la energizar el polémico gaseoducto Nordstrom 2, que cruza el mar Báltico conectando directamente Rusia con Alemania, aumentando la dependencia germana justamente el año en que desmantelan sus últimas seis centrales nucleares. Una vez energizado Norstrom 2, varios países de Europa del Este -Ucrania incluida- perderán importantes comisiones y relevancia geopolítica al hacer redundantes sus gaseoductos por los que actualmente pasa gran parte del gas ruso a Europa.
Hace unos días, la Agencia Internacional de Energía acusó a Rusia de haber creado una crisis energética para jugar sus cartas geopolíticas. Sin duda, Putin rebalanceó el tablero geopolítico a su favor al exigir a Estados Unidos y la OTAN un repliegue en Europa del Este.
Transición energética
La transición energética, si bien fundamental y urgente, es una tarea monumental, la cual no tomará años, sino décadas. En el intertanto, crisis como la de Europa nos recuerdan que en la lucha contra el cambio climático no será suficiente empujar las tecnologías limpias sino también saber manejar la dependencia de combustibles fósiles (+80% de las fuentes primarias de energía), la que durará decenas de años, como indica el profesor Vaclav Smil en su último libro Numbers don’t lie.
Europa ha reconocido que la transición energética será imposible sin fuentes eficientes y relativamente limpias de combustibles fósiles. Por ello, con la misma fuerza que el mundo está impulsando las energías renovables, debemos facilitar una transición valorando esfuerzos para, por ejemplo, convertir infraestructura existente de centrales de carbón en centrales de gas de ciclo combinado, las que son sustancialmente más limpias y también eficientes como respaldo a la intermitencia de las renovables. O apreciar los grandes avances en la reducción de emisiones de autos de combustión interna, y seguir impulsándolos mientras los autos eléctricos y su infraestructura ganan terreno.
Desdeñar de un plumazo la infraestructura existente no solo podría descarrilar el progreso por la sustentabilidad medioambiental, sino también dañar al planeta a su paso. Recrear una matriz de generación eléctrica por renovables o reemplazar la flota por autos eléctricos implica gran cantidad de acero, cobre, plásticos, concreto, su transporte e instalación, todos procesos que requieren no solo ingente capital sino también implican el uso de combustibles fósiles y sus significativas emisiones.
Por ello, Europa ha considerado que el camino más sustentable es clasificar como verdes a las energías tradicionales menos dañinas, buscando potenciarlas y valorarlas mientras avanzamos en la ardua tarea hacia una matriz económica sustentable.
En Chile tenemos grandes ventajas para liderar la transición energética, pero eso no es suficiente. Debemos manejar el camino para que sea sustentable y económicamente viable con políticas razonables, ajenas a ideologías que arriesguen descarrilar los avances en este ingente desafío global contra el cambio climático y la degradación ambiental.
Juan Ignacio Eyzaguirre
París. Enero 2022.
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