Identidad de género



La Cámara de Diputados aprobó, por 95 votos a favor y 46 en contra, la ley de identidad de género que permitirá a mayores de edad efectuar un cambio en su sexo registral con un trámite simple en el Registro Civil y a menores entre 14 y 18 años solicitarlo a un Tribunal de Familia, de manera fundada, en compañía de su padre, madre o tutor. En el caso de estos jóvenes habrá una audiencia preparatoria con informes biopsicosociales. Los menores de 14 años, en cambio, no podrán obtener el cambio de sexo registral pues una indicación en ese sentido presentada por senadores de oposición no contó con el quórum necesario para su aprobación.

Las personas transgénero son una minoría en nuestra sociedad que viven el drama de la disforia de género, dolor causado por el sentimiento de que el propio cuerpo no coincide con el género con que la persona se identifica. Lo que la nueva ley hace es permitir, en los casos señalados, que esas personas puedan solicitar el cambio de su sexo registral, que pasaría entonces a coincidir con su identificación de género.

La discusión de esta ley estuvo cruzada por pasiones y por información falsa difundida principalmente por algunos detractores, y descalificaciones de lado y lado. Se dijo, por ejemplo, que la ley permitiría a niños realizarse operaciones de cambio de sexo, cuestión que el proyecto jamás contempló.

Uno de los puntos más controvertidos fue el de los menores. Además de lo comentado sobre los menores de 14 años, algunos plantearon que no fuera necesaria la presencia de padres o tutores en el trámite para solicitar el cambio de sexo registral en el caso de jóvenes entre 14 y 18 años.

El proyecto aprobado, a mi juicio, resuelve de manera correcta las distintas disyuntivas planteadas en su tramitación. La disforia de género, según señalan algunas investigaciones, podría ser en parte un fenómeno social en la adolescencia, lo que significa que podría revertirse. Revistas que no pueden ser sospechosas de conservadurismo, como The Economist, han revelado estas investigaciones en abono de la tesis de un tratamiento distinto para niños y jóvenes.

Quienes conocen la situación que viven estas personas y sus familias, saben que el acompañamiento es fundamental para sobrellevar la carga de la disforia de género. Desde esa perspectiva, la solución para los menores entre 14 y 18 años parece razonable. Es muy difícil que un padre se ponga contra su hijo, buscará lo mejor para él. Solo si tiene la convicción de que se identifica definitivamente con un género distinto al de su sexo registral lo acompañará en su afán, el que además deberá contar con el aval de informes de especialistas.

Parece también extremo reclamar, en aras de los derechos del niño, la posibilidad que menores de 14 años soliciten el cambio de sexo registral. Las investigaciones que mencionábamos sugieren cautela. En definitiva, confiemos en que los padres buscarán el bien de sus hijos. En muchas situaciones de la vida tendrá el hijo que escuchar de sus padres: "espera a que seas más grande".

En ocasiones criticamos a nuestros parlamentarios. A veces sus actitudes, generalmente en búsqueda del halago fácil, nos llevan incluso a pensar que no están a la altura de sus cargos. Esta vez creo que hay que celebrar la madurez con que se tramitó la iniciativa. El liderazgo del ministro Hernán Larraín fue importante, pero también uno se queda con la sensación de que los diputados y senadores, en su mayoría, estuvieron por sobre la opinión pública, ejerciendo un auténtico liderazgo.

Me hubiese gustado que más parlamentarios de centroderecha apoyaran la iniciativa. La negativa vino porque se consideró que tras ella estaba una "ideología de género", que pretende relativizar la realidad afirmando que construcciones sociales pueden alterar la naturaleza de las cosas. No desconozco que ciertas "teorías de género" postulan eso, pero en este caso estamos frente a una realidad innegable, avalada por la evidencia. Se trata de una acción humanitaria destinada a reconocer que las personas transgénero tienen igual dignidad y derechos que los demás chilenos, tal como lo exige nuestra Constitución.

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