Incertidumbre y falta de diálogo educacional

Las salas de clases de las universidades han cerrado durante la pandemia. Ello ha afectado los programas de magíster y doctorado, dentro y fuera de Chile. Por ello, los becarios piden extender las becas por 10 meses.


A pesar de todos los esfuerzos que hemos hecho para continuar el aprendizaje desde nuestras casas, resulta bien evidente que todos queremos que nuestros niños, niñas y adolescentes vuelvan a clases presenciales cuando estén las condiciones sanitarias necesarias para hacerlo.

Pero lo que no es evidente, es cuáles son esas “condiciones sanitarias”. La discusión pública que se ha dado en Chile se ha centrado en un confrontamiento entre las distintas posturas cuando en realidad lo que debemos propiciar es un diálogo abierto para que las comunidades educativas vayan tomando decisiones locales dependiendo de su realidad particular.

Lo que sentimos hoy, es incertidumbre y miedo. Son esos sentimientos los que mueven nuestras decisiones y si los seguimos la conclusión inmediata es que solo queda continuar con una educación de emergencia y esperar que haya vacuna. Pero creo que somos capaces de ver más allá, comenzando por valorizar lo que hemos hecho y sacando lecciones de lo aprendido.

En el mundo hay más de 1.000 millones de niños, niñas y adolescentes sin clases presenciales; líderes, académicos y autoridades del mundo entero han anticipado el daño que esto traerá.  En Chile, son millones los que continúan sus aprendizajes en aulas virtuales, que son preparadas con mucho esfuerzo por miles de profesores que, por lo demás, han tenido resultados positivos demostrándonos que somos creativos y capaces de adaptarnos ante tan difícil realidad. Debemos valorar el trabajo que se ha hecho en miles de establecimientos del país y evitar decir que este va a ser un año perdido.

Además, hemos entendido en la práctica que el aprendizaje no se realiza sólo dentro de las cuatro paredes del aula. Hemos visto cómo los estudiantes aprenden a pesar de las dificultades que tienen en sus casas y las familias se comprometen con el aprendizaje de los niños a pesar del poco tiempo o la falta de conectividad.

Pero también hemos constatado, que hay muchos estudiantes que necesitan algo más que las clases virtuales porque no logran el vínculo emocional necesario ni los resultados de aprendizaje adecuados a su etapa de desarrollo.

En nuestro país hay 346 comunas, de las cuáles 137 están hoy sin casos activos de Covid-19, 27 con tasa de incidencia menor a 100 e incluso 15 que nunca han tenido un caso (datos MINSAL al 24-8-20). Por lo tanto, existe un espacio para conversar como en algunos lugares específicos de Chile, podemos retomar las clases presenciales. Es una oportunidad innegable para ser descentralizados en nuestro actuar y no solo esperar medidas específicas centralizadas.

Estamos frente a la pandemia educativa más relevante en la historia de la educación moderna y no existen recetas infalibles. La forma de disminuir nuestro miedo o la incertidumbre que tenemos ante esta decisión es conversando. Mientras continúe existiendo una falta de diálogo entre todos los actores involucrados para discutir cómo, cuándo y en qué condiciones particulares de cada comunidad educativa, debemos empezar a retomar las clases presenciales de forma paulatina y voluntaria, difícilmente podremos enfrentar este desafío.

Debemos utilizar lo que hemos aprendido en estas difíciles condiciones preparándonos a transitar de una educación de emergencia a una educación de calidad híbrida (virtual y presencial), sin miedo a conversar las diferencias que tenemos y llegar a consensos en la forma de hacerlo. Si no nos hacemos las preguntas adecuadas hoy, llegaremos atrasados mañana cuando volvamos a abrir las puertas. Y nuevamente, los más perjudicados serán nuestros niños, niñas y adolescentes.

*Director Ejecutivo, Fundación Sara Raier de Rassmuss