¿Inmunidad de rebaño o mentalidad de rebaño?
Por Gabriel Zaliasnik, profesor de Derecho Penal, Facultad de Derecho U. de Chile
Tuve el privilegio de representar en la Cámara de Diputados al ex ministro de Salud Jaime Mañalich, ocasión en que tras horas de debate se rechazó la injusta acusación constitucional en su contra. Se cuestionaba la estrategia seguida para enfrentar la pandemia, y se buscaba culpar al exministro por los efectos de la propagación de un virus hasta hoy desconocido.
La disputa política parece no tener límites y algunos no trepidan en usar el dolor de miles de familias en Chile. De ahí las palabras de Zizek, ¿dónde acaban los datos y empieza la ideología?
Por ello no extraña que la crisis sanitaria sea parte de la contienda política, y la contienda política sea parte de la controversia judicial. Hay un claro afán por erosionar la confianza en la autoridad y generar desconfianza frente a los datos que ésta recaba y reporta.
Como consecuencia de ello, han aparecido neófitos epidemiólogos con el indisimulado propósito de imponer su propia mirada. Son los mismos que exigían en marzo cuarentenas precipitadas y que ahora reclaman sistemas de trazabilidad para evitar contagios, pese a que simultáneamente respaldan masivas protestas en Plaza Baquedano ignorando convenientemente el riesgo de rebrote del virus.
Son los mismos que juegan con el lenguaje, entendiendo que éste construye realidades. Por eso denuncian la supuesta implementación de lo que en epidemiología se llama inmunidad de rebaño, estrategia seguida en países como Suecia. Lo que debiera ser un debate científico, en Chile se reduce a su peyorativa connotación lingüística. Se pretende con esas palabras atribuir un propósito doloso a la estrategia sanitaria, asociándolas a conducir resignadamente al matadero a nuestros conciudadanos. Ello no solo es falso, sino que derechamente hay vileza y mala intención en tal imputación.
En Chile, nadie ha buscado deliberadamente alcanzar esta inmunidad de rebaño, pero parece que algunos identificaron la existencia de nuestra “mentalidad de rebaño”, aquella que nos lleva por ejemplo resignadamente a realizar un plebiscito ignorando sus riesgos sanitarios. Es la mentalidad de rebaño la que opera cuando con docilidad no enfrentamos a quienes quieren imponer con violencia sus ideas. Es la mentalidad de rebaño la que tolera y no cuestiona que algunos políticos inescrupulosos instrumentalicen la persecución penal, atribuyendo falsamente responsabilidad a autoridades por las consecuencias de un evento de la naturaleza.
Con acierto, Marta Nussbaum escribe en “La monarquía del miedo” que “muchas veces también atribuimos una culpa a pesar de que no haya ninguna culpa que repartir. El mundo está lleno de accidentes y casualidades. Pensar que todo hecho malo es culpa de alguien es algo que satisface nuestro ego y que, en cierto sentido profundo, nos resulta reconfortante (…). Hace que sintamos capacidad de control en vez de impotencia”.
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