Interregno

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Diversos factores han contribuido a una leve mejoría en el estado de ánimo general: los recursos del 10% de las cotizaciones y el bono para la clase media ayudaron a atenuar un momento crítico, dando un respiro en una curva de deterioro económico sin precedentes. A ello se sumó el inicio del desconfinamiento, la incipiente normalización de actividades luego de meses de parálisis y reclusión.

El aire insuflado a las expectativas de la población significó también cierto alivio para un gobierno que, hasta el último cambio de gabinete, parecía anulado por el desorden oficialista y su propia ineficacia. Con la política de los acuerdos formalmente cancelada, con cada vez menos margen fiscal para enfrentar los impactos de la crisis, oficialismo y oposición parecían iniciar los aprontes para el escenario plebiscitario y, sobre todo, para el abultado cronograma electoral del próximo año. La anticipada discusión sobre opciones presidenciales confirmó la nueva sensación térmica. 

Pero la idea de que los procesos en curso se encuentran relativamente encauzados, de que la siguiente agenda política es la que debe iniciarse en marzo, con el desenlace del plebiscito de octubre ya internalizado, comenzó a chocar con realidades que tendrán un impacto enorme. Entre ellas se ubica el deterioro del mercado laboral, un cataclismo histórico que ya tiene a los desempleados rozando el 30% y a los inactivos superando a la fuerza de trabajo, por primera vez desde que existen registros comparables. Dicho drama se encuentra en pleno desarrollo y sus efectos no serán solo de corto y mediano plazo. Reponer los trabajos perdidos implicará años, más todavía en un país donde la certeza jurídica fue borrada del mapa y donde los incentivos a la inversión pasaron a ser parte de lo políticamente incorrecto. 

En lo inmediato, la magnitud del descalabro laboral se vincula al otro gran desafío de las próximas semanas y meses: el escenario altamente probable de un rebote en los contagios de coronavirus, una realidad que ha golpeado a todos los países que han iniciado el tránsito hacia el desconfinamiento, y que en nuestro caso tiene al plebiscito constitucional como hito aún rodeado de incertidumbres. En efecto, si los números que justificaron el paulatino retorno a la movilidad ya están comenzando a deteriorarse, ¿cuál es la proyección de esa variable a sesenta días plazo, es decir, cuando los ciudadanos estén convocados a las urnas?       

Con una alta probabilidad, la íntima convergencia entre el deterioro del mercado del trabajo y el rebrote viral vendrá a confirmar que el fin de la crisis se encuentra todavía bastante lejos, y que el alivio generado por el 10% de las cotizaciones, las ayudas fiscales y la esperanza del desconfinamiento, fue de corta vida. Casi como un homenaje a esta riesgosa contigüidad, las autoridades decidieron que entre el aniversario del estallido social y el plebiscito que abre el proceso constituyente, exista solo una semana de distancia.

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