Izquierda y violencia
SEÑOR DIRECTOR
Ser demócrata no admite posiciones intermedias. Sin embargo, es lo contrario a lo que venimos observando desde el estallido de violencia del 18 de octubre pasado, donde una parte de la izquierda mantiene un doble estándar inaceptable cuando se trata de condenar la violencia.
Para vivir en sociedad y en un sistema democrático, es fundamental que exista seguridad y que se respete el estado de derecho. En Chile, ese principio elemental se viene vulnerando con abierta impunidad desde hace tres meses, con una izquierda que se asume republicana, que si bien condena los hechos de violencia, al mismo tiempo niega la sal y el agua al gobierno para implementar las medidas que permitan mantener el orden público.
En días recientes, hemos apreciado un grado de fariseísmo impresionante en dirigentes políticos que salen a condenar la muerte de un barrista, pero que guardan silencio cómplice cuando se trata de un ciudadano que resulta muerto a manos de un encapuchado, o cuando se amedrenta a una jueza que justifica una determinación judicial con argumentos que la izquierda no comparte.
La violencia insurreccional que se sigue registrando, amenaza la democracia, por eso cuesta comprender la hipocresía con la que actúan determinados personeros de izquierda, que sabiendo esto, prefieren callar por temor o por falta de convicciones.
Algo similar ocurre con el Instituto Nacional de Derechos Humanos. Si bien legalmente tiene el rol de resguardar que los agentes del Estado no vulneren los derechos humanos de civiles, se trata de una anomalía que debe ser corregida, de manera que esa entidad vele por los derechos fundamentales de todos los chilenos, incluido los de aquellos que desde el 18 de octubre pasado han visto afectada su calidad de vida, su integridad física, su derecho a trabajar y a transitar libremente.
Jacqueline Van Rhysselberghe
Presidenta de la UDI
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