Jadue contra Jadue

Daniel Jadue


Por Aïcha Liviana, profesora titular de Filosofía, Universidad Diego Portales

El comunicado publicado por el PC con relación a la situación en Venezuela afirma a la vez una declaración de principios -su oposición a cualquier violación de los derechos humanos- y una posición política: su rechazo a tomar partido ante un informe que, al menos según el PC, obedecería a lógicas ideológicas y no plantearía entonces un problema verdadero. Para Jadue y para el PC, responder a la pregunta sobre la situación en Venezuela sería ya participar de la lógica “perversa” de quien pregunta. Y es que no hay diálogo cuando el sentido de las palabras está ya predeterminado, o cuando el terreno semántico es deliberadamente confuso. Es lo que ocurre por ejemplo cuando se crean neologismos ya connotados negativamente, como “Chilezuela” para sugerir la idea de un empobrecimiento y de una destrucción de la democracia en Chile, o como el “marzismo”, cuya vaga referencia a otros momentos de la historia produce cierres en la comprensión y no preguntas, deseo de dar sentido. Lejos de promover el diálogo, estas confusiones son armas que producen bloqueos semánticos y demonización de los acontecimientos.

¿Pero con Jadue pasa algo distinto?

Por cierto, la voz de Jadue es fuerte por sus logros como alcalde en la comuna de Recoleta. Por lo mismo, su popularidad tiene que ver con un mundo ya en marcha y con las perspectivas a las que pueden abrir logros concretos.

Sin embargo, cabe preguntarse si cuando Jadue se opone a una posición consensual, lo hace por motivos ideológicos, o, al contrario, en virtud de las ideologías que determinan estos consensos.

Al respecto, Jadue tiene una forma de pensar ambivalente.

Cuando en noviembre se opone al acuerdo sobre la Constitución, podemos pensar que su oposición no es de contenido, sino de forma. Por estratégica que haya sido su posición (y la política no prescinde de estrategias), lo que estuvo en juego en ese momento era el campo discursivo dentro del cual se llega a un acuerdo y que requería plantear de forma prioritaria el multiculturalismo y la paridad de género.

Sin embargo, es el mismo Jadue que en julio y ante el evidente cambio de línea editorial de algunos medios de comunicación “alternativos” afirma que estos habrían sido comprados por la “comunidad sionista de Chile”. Ahora bien, invocar teorías conspirativas para cuestionar el trabajo de los medios, no es solo caer en el mismo bloqueo semántico que fija, confunde y esencializa, es equivocarse de enfoque. El financiamiento de los medios y los intereses a los que sirven es un problema político que remite al funcionamiento de las instituciones en su conjunto.

La ambivalencia de Jadue tiene por ende un impacto político de doble hilo en el escenario político.

A los que ya tienen una semántica definida para marcar un terreno discursivo –Venezuela, Cuba, Corea del Norte, ahora tenemos también el neologismo “Chilezuela”– , es decir, para bloquear el diálogo y fijar un interlocutor en una posición sin salida, Jadue responde con razón que estamos en contextos históricos y políticos distintos a los que han dado sentido y posibilitado el comunismo cubano o venezolano. Pero lo mismo vale para las teorías conspirativas: explicar un problema político a través de un único patrón ideológico, es remitir a esquemas esencializantes (“la comunidad sionista”), los mismos que hacen que ahora hablemos de “Chilezuela”.

¿Con esto Jadue podría candidatearse para la Presidencia? ¿Podría ganar elecciones?

Sin duda, si se mantiene fuera de los acuerdos, su palabra no conseguirá crear alianzas y entonces no solo perderá fuerza, sino que se fijará en posiciones cerradas o incluso en visiones del mundo maniqueas.

Al revés, si la postura de Jadue es la de cuestionar las condiciones de posibilidad de todo diálogo y de toda relación de interlocución, entonces su potencia electoral llamará a un electorado fuera de los bandos, porque está fuera del campo discursivo que configuran. Pero para esto, hay que aplicar a su propio discurso la misma exigencia que él requiere de otros.

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