Jugando con fuego

Evo Morales joins protest in support of President Arce in Bolivia


Por Teodoro Ribera, rector de la Universidad Autónoma de Chile y ex ministro de Relaciones Exteriores

Mientras la Convención Constitucional debate sustituir la unidad Estado-Nación por la de la plurinacionalidad, y confiere a los pueblos indígenas el ser las unidades primarias sobre las cuales descanse el Estado chileno, gozando de normas jurídicas y judiciales propias, Evo Morales empuja la refundación de los Estados latinoamericanos basada en esa misma concepción. Encaramada en un decálogo, Morales ha formado Runasur -viene de la palabra “runa”, que en quechua quiere decir “persona, ser humano”-, una organización que apunta a construir una América plurinacional, retando el modelo institucional sobre el que se asientan nuestros países, y sembrando inestabilidad a las actuales fronteras.

Alertados por esta iniciativa, un grupo de destacados cancilleres y embajadores peruanos emitieron una dura declaración en la cual denunciaron la intención de Morales de desmembrar al Perú, otorgando a Bolivia una salida soberana del Océano Pacífico y así conformar una “nación aymara” como extensión territorial boliviana. La declaración fue acompañada por los ex altos mandos de las Fuerzas Armadas de Perú, lo que finalmente desmontó la iniciativa. Los primeros acusaron a Morales de estar digitando un proyecto de naturaleza geopolítica trasnacional, que deja de lado a los Estados, su soberanía, independencia, los regímenes democráticos, y con ellos, lógicamente, las fronteras acordadas. Los segundos, en tanto, denunciaron una intromisión inaceptable del ex Presidente boliviano en cuestiones de soberanía.

Desde siempre Morales ha imaginado una proyección del modelo plurinacional indígena a la América Andina que, de pasada, reconfiguraría fronteras permitiendo el deseo de dotar de costas a Bolivia.

Este proyecto de Runasur alienta una creciente inestabilidad que Chile debe mirar con profunda preocupación. El altiplano chileno acusa debilidades que, al no haber sido gestionadas por décadas, ponen en riesgo su relación identitaria con Chile. La población nativa de Parinacota se ha desplomado en un 50% desde 1992 a la fecha, la extranjera casi la equipara; la región acusa un abandono de infraestructura, de servicios básicos, de desprotección histórica de sus recursos hídricos y de un Plan de Zonas Extremas inerme con sus necesidades, lo que ha dado pie a una de las pobrezas más agudas del país, estimulado la decepción y resentimiento de sus comunidades hacia el Estado chileno. Si a eso se suman tensiones en el sur peruano, ocasionadas por movimientos etnocéntricos que miran a Runasur con simpatía, es evidente que Morales puede proyectarlos también hacia el norte de nuestro país. La plurinacionalidad puede abrir en el norte chileno una puerta con efectos no dimensionados.

El silencio del gobierno de Luis Arce ante la iniciativa del exmandatario boliviano vuelve aún más complejo el escenario subregional, en tanto promueve una complicidad (activa) que, de persistir, despertará nuevas desconfianzas en la relación bilateral.

Bien haría la Convención Constitucional en reflexionar sobre los conceptos utilizados, pues no es lo mismo un pueblo que una nación, reconocerlos en su dimensión cultural o política, como el impacto y consecuencias que ellos generan en el ámbito nacional e internacional. Estructurar la soberanía nacional sobre la base de los pueblos indígenas, reconociéndoles derechos autonómicos, entre otros, es un paso insuficientemente evaluado por la Convención en cuanto a sus riesgos y consecuencias.

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