Julio César Jobet, historiografía y pensamiento socialista (1912-1980)
Por Alejandro San Francisco, académico de la Universidad San Sebastián y P. Universidad Católica de Chile / Director de Formación del Instituto Res Publica
El 14 de agosto de 1980 falleció Julio César Jobet, uno de los historiadores e intelectuales más destacados de su generación. Recibió su formación en el Instituto Pedagógico, donde existió una pléyade de profesores muy relevantes, como Eugenio Pereira Salas, Juan Gómez Millas, Luis Galdames, Guillermo Feliú Cruz y Darío E. Salas.
Belarmino Elgueta expone su trayectoria y su obra en La cara oculta de la historia. El legado intelectual de Julio César Jobet (Santiago, Factum Ediciones, 1997), libro escrito con admiración hacia el hombre y su trabajo historiográfico, tanto en su labor de investigador como en su compromiso político de militante del Partido Socialista, al que dedicó parte relevante de su tarea intelectual. Gabriel Salazar, por su parte, sitúa a Jobet dentro de la historiografía marxista clásica –junto a Hernán Ramírez Necochea, Marcelo Segall y Luis Vitale–, caracterizada por intentar hacer una “ciencia de izquierda”, que utilizó militantemente el marxismo de Marx, Lenin y Trotski, rompió con la “tradición historiográfica erudito-conservadora” y precedió a la aparición de los cientistas sociales de la teoría de la dependencia y de los “marxismos mínimos” (en “Historiografía chilena, 1955-1985: Balance y perspectivas (Actas de un seminario)”, reproducido en La Historia desde abajo y desde adentro, Santiago, Taurus, 2017). A los argumentos de Salazar, me parece que es necesario agregar otro fundamental: son autores marxistas que se autodefinen como tales, tanto en su militancia como en el desarrollo de su labor intelectual.
Jobet fue crítico de autores como Jaime Eyzaguirre y Francisco Antonio Encina –a quienes dedicó algunos ensayos–, desarrolló una labor de investigación particularmente amplia, así como fue muy prolífico en la difusión del conocimiento histórico a través de diferentes medios. Realizó estudios relacionados con la enseñanza en Chile y con los educadores más emblemáticos; se ocupó de Recabarren y del movimiento obrero a comienzos del siglo XX; analizó la trayectoria del Partido Socialista, así como escribió diferentes ensayos históricos, entre los que destaca Ensayo crítico del desarrollo económico y social de Chile (Santiago, Editorial Universitaria, 1951). Este libro sería un “hito fundacional” de la historiografía marxista clásica, como destaca Julio Pinto, quien además enfatiza el carácter ensayístico de la obra, género que había sido cultivado con éxito por la historiografía conservadora (ver La historiografía chilena durante el siglo XX. Cien años de propuestas y combates, Valparaíso, América en Movimiento Editorial, 2016).
Feliú Cruz explica en el prólogo a este ensayo que la propuesta tenía un marcado carácter polémico, y que su tesis tiene “un contenido de raíz marxista inteligentemente aprovechado”. El Ensayo puede inscribirse –junto a obras como las de Jorge Ahumada y Aníbal Pinto– dentro de la crítica social en Chile a mediados del siglo XX, que cuestionaba la confianza en el desarrollo democrático del país y en las posibilidades de su economía, así como la preocupación por la proliferación de diversos problemas sociales. El análisis de Jobet relacionaba el retraso económico-social con la decadencia moral de las clases sociales, que se caracterizaba por un “ambiente de corrupción, mediocridad, compadrazgo, oportunismo y decadencia”: “Para salvar al pueblo es preciso conocer su desgraciada situación económica y su estado moral tales como son: junto a la miseria del cuerpo la del alma; junto a los harapos del vestido y de los miasmas de la pocilga, los andrajos de los vicios y las emanaciones terribles de esa concupiscencia del tugurio. La miseria del pueblo es material y abisma su podredumbre moral; hay que atender a su salud física y salvar su espíritu”. La solución al problema debía provenir de “una economía superior, planificada y de orientación socialista”.
La interpretación de Jobet consideraba la existencia histórica de la lucha de clases en Chile, que a través del tiempo entran en pugna por sus intereses y por el poder, en el contexto de un régimen político que denuncia como “una democracia formalista, válida para la reducida clase privilegiada que ha tenido el control de todos los medios de producción y cambio, pero que no ha regido para el pueblo”. Esta visión tenía su origen tanto en su adhesión al marxismo como en su interpretación de la realidad social de Chile a mediados del siglo XX, que expuso también en otros trabajos.
Tiene razón Rafael Sagredo cuando afirma que para comprender adecuadamente el Ensayo crítico de Jobet es necesario tener en consideración la evolución de Chile en el siglo XX, la trayectoria personal del autor, la situación de las ciencias sociales en general y de la historia en particular, así como la realidad por la que atravesaba el país a comienzos de la década de 1950 (en “Julio César Jobet y la historia como crítica social”, en Eduardo Devés, Javier Pinedo y Rafael Sagredo, compiladores, El pensamiento chileno en el siglo XX, México, 1999). Esas circunstancias se mantendrían presentes en las dos décadas siguientes y tendrían relevancia en otras obras del historiador.
Julio César Jobet fue un colaborador habitual de la revista Arauco, tribuna de Pensamiento Socialista que fue fundada en octubre de 1959, y de la cual el historiador formaba parte del Comité de Redacción. En esas páginas publicó numerosos artículos históricos, resultado de diversos estudios realizados, aunque expuestos en un sentido más divulgativo. Además publicó artículos sobre la realidad política y social de Chile, que podrían considerarse una continuidad del Ensayo crítico. Al respecto destaca el texto titulado “Problemas y contradicciones fundamentales en la crisis chilena”, que apareció en dos números consecutivos de la revista, el 35 y el 36, de diciembre de 1962 y enero de 1963. En este trabajo Jobet denuncia la gravísima crisis espiritual, social y económica que atraviesa el país, marcado por contradicciones profundas y graves problemas que el régimen “democrático-burgués” había sido incapaz de resolver, lo que lo llevó a una dolorosa conclusión: “las injusticias se ahondan; la miseria aumenta; el desarrollo se encuentra detenido; el descontento se vuelve general y un clamor violento en contra del sistema y de los privilegiados se extiende a los diversos sectores, crece, se torna amenazante”. Esto lo llevó a concluir –en una tendencia que sería tradicional en el Partido Socialista de la década de 1960– que Chile era una “democracia burguesa, limitada y formalista”, carente de perspectivas creadoras y llena de injusticias, por lo que se hacía necesario un “plan revolucionario integral de desarrollo”, que implique una transformación decisiva en la sociedad chilena.
En otros planos, Jobet realizó labores intelectuales que también fueron una contribución especial al pensamiento y trayectoria del Partido Socialista. Al respecto se puede destacar la publicación de Los Fundamentos del Marxismo (Santiago, Prensa Latinoamericana, 1964, Cuarta edición), que los editores consideraban “una obra de divulgación seria y documentada” para comprender la teoría marxista, su crítica al capitalismo, su concepción del mundo y el método para lograr su transformación. Además, resultaba relevante porque “el Partido Socialista hunde sus raíces teóricas en el socialismo científico de Carlos Marx”, considerado a la vez una fe y una esperanza, según destacaban las “Palabras preliminares” de la obra.
Por otra parte, Jobet realizó una importante labor de recopilación y estudio sobre la historia de su colectividad, que se tradujo en la publicación de los dos tomos de El Partido Socialista de Chile (Santiago, Prensa Latinoamericana, 1971). El trabajo reúne análisis de los Congresos Generales desarrollados por el PS, con sus principales conclusiones y resoluciones, hasta el encuentro de La Serena en 1971. Adicionalmente, incorpora un análisis de las concepciones marxistas dentro del socialismo criollo. En una edición posterior, el destacado dirigente y varias veces presidente de la colectividad, Ricardo Núñez, recordaba en el prólogo que la obra de Jobet “constituía ‘lectura obligada’ para cualquier socialista que quisiera conocer las intimidades del proceloso proceso de nuestra historia partidaria” (Historia del Partido Socialista de Chile, Santiago, Documentas, 1987).
Siendo marxista, el historiador se mostró contrario y crítico a la visión y acción práctica del comunismo, al que criticó a mediados de siglo por su carácter totalitario, asegurando que el Partido Comunista tenía una “dependencia directa de la política exterior soviética”, era oportunista y contradictorio, con “doblez y maledicencia estalinista” (Socialismo y comunismo, Santiago, Espartaco, 1952). Pese a ello, años después se produciría un acercamiento entre el PS y el PC, que culminaría en 1956 en la reunión de ambas agrupaciones en el Frente de Acción Popular (FRAP), que se extendería hasta la formación de la Unidad Popular en 1969.
Los últimos años de Julio César Jobet fueron de ilusión y de desengaño, por el comienzo y desarrollo de la “vía chilena al socialismo” y posteriormente por el derrocamiento de Allende en 1973, que golpeó especialmente a su partido y a muchos de sus amigos. El momento coincidió con una etapa personal especialmente delicada del historiador socialista, que había cumplido 61 años el 18 de enero de ese año, con problemas de salud, que se fue agravando con el tiempo, lo que hizo que su capacidad de trabajo y su entusiasmo intelectual decayeran, aunque sin perder la lucidez, como él mismo explicaba en un artículo titulado “Despedida melancólica” (Occidente, N° 263, octubre-noviembre de 1975). En este texto reflexiona, de manera incluso contradictoria con sus pensamientos de los años 50 y 60, que “el hundimiento del régimen político tradicional, en 1973, ha significado el desaparecimiento de toda una ‘belle epoque’ de la república liberal”. Reconocía que él y las figuras de su generación, habían “perecido moral y espiritualmente en la catástrofe”, para concluir con sentimientos antes inimaginables: “Solo la nostalgia de aquel mundo desvanecido y el contacto con algunos escasos sobrevivientes de prestigio y calidad auténtica, nos permiten subsistir y gozar de algunos momentos de felicidad”. Era esa democracia que, con el paso del tiempo y el contraste del presente, ya no parecía tan falsa, burguesa y formalista como había sido descalificada por el propio Jobet, que se encontraba con una enseñanza histórica tardía e insospechada.
A cuarenta años de su muerte, resulta interesante volver a historiadores como Julio César Jobet, tanto por su interés propiamente historiográfico como para analizar su crítica social y compromiso militante, estudiados en algunos trabajos recientes como la tesis de Gorka Millar (2019). Es evidente que se pueden criticar y discrepar de algunas de sus conclusiones y resultados de las investigaciones, como lo hace Cristián Gazmuri respecto del estudio de Jobet sobre Santiago Arcos (en La historiografía chilena (1842-1970), Tomo II (1920-1970), Santiago, Taurus, 2009). En lo personal me parece que su análisis sobre la guerra civil de 1891 y la figura de José Manuel Balmaceda es la convencional del pensamiento marxista de mediados de siglo XX en Chile, sin penetrar en otros factores relevantes de la crisis que sacudió al país a fines del XIX, como fueron los de carácter político y militar.
Sin embargo, Jobet continúa siendo una figura intelectual atractiva e interesante, no solo desde el punto de vista historiográfico. Su generosa labor en la revista Arauco –y esa misma publicación socialista– requieren un estudio más completo. Asimismo, la comprensión de la decadencia y crisis de la democracia chilena (“burguesa” en su denominación) adquiere especial importancia no solo en el análisis de la izquierda, sino en la crítica creciente que se desató en los años sesenta contra el orden político vigente, que la despedida melancólica vino a recuperar no solo para la nostalgia de los recuerdos, sino también para la necesidad de una profundización en los estudios.