La aceleración del fin de la hegemonía de EE.UU.

El segundo mandato de Donald Trump parece ser un signo claro del fin de la hegemonía de Estados Unidos. La erosión del orden mundial post-Guerra Fría viene acompañada de una mayor agresividad de la potencia amenazada, en una apuesta arriesgada que ignora las lecciones del pasado.
La historia muestra que toda potencia tiene un ciclo de surgimiento, auge y caída. Lo llamativo hoy es que estos procesos se aceleran, y el mundo cambia con mayor vertiginosidad. Cuando una potencia consolida su poder global, tiende a generar estabilidad, paz y cierta prosperidad mediante una compleja red de influencias multilaterales basadas en la dependencia y el liderazgo moral. Si miramos al pasado, veremos que imperios como el Romano, Otomano, Español o Británico terminaron su hegemonía con políticas más agresivas que aceleraron su caída. Como sostienen pensadores como Reinhart Koselleck y Hartmut Rosa, hoy los ciclos históricos se acortan o comprimen por factores tecnológicos y económicos, lo que hace difícil imaginar hegemonías de 200 o 500 años en la actualidad.
La administración Trump, con su repliegue del sistema multilateral, su torpe intervención en las guerras actuales y su agresiva política comercial son muestra de una deriva contradictoria. Lo que hizo grande al país tras la Segunda Guerra Mundial fue su capacidad de ofrecer una ruta económica, política y ética que atrajo a gran parte del mundo a un orden multilateral con un poder hegemónico capaz de sostenerlo. Tras la caída del Muro de Berlín, ese liderazgo se consolidó. Hoy, Trump busca destruirlo sin ofrecer una alternativa que garantice paz, prosperidad o liderazgo moral.
Particularmente, su guerra arancelaria puede producir efectos contrarios al “Make America Great Again”, relegando a EE.UU. al tercer o cuarto lugar en un nuevo orden multipolar. La idea de aumentar aranceles a países que no actúan con “reciprocidad” puede incluso parecer justa, pero es incoherente con el deseo de mantener la hegemonía. Muchos beneficios arancelarios se implementaron en el pasado para generar dependencia y dinamismo interno. Revertir esa política reordena el mapa de dependencias económicas y fortalece a China e India, potencias que, hasta ahora, no buscan expandir su modelo político, lo que las vuelve más atractivas en tiempos de incertidumbre. Europa, mientras tanto, parece inclinarse más hacia Asia que hacia su viejo aliado atlántico para corregir su descenso del poder mundial.
Países pequeños como Chile, con alta dependencia comercial, deben ser cautos ante este escenario cambiante. No podemos alinearnos ciegamente con alguna potencia ni aceptar imposiciones del tipo “decide de qué lado estás”. Este enfoque debe ser abordado en las elecciones presidenciales de 2025, porque nuestras decisiones en política exterior serán clave para definir nuestras posibilidades de desarrollo interno en un mundo de cambios cada vez más acelerados. Toda crisis trae siempre consigo una oportunidad, la virtud del gobernante está en tomarla en beneficio de su pueblo.
Por Daniel Grimaldi, director ejecutivo Fundación Chile21
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