La Alameda de la desidia o la fábrica de humo

Imagen PANORAMICA DE ALAMEDA 017


Hace unas semanas nos sorprendieron unas declaraciones de la Intendenta de Santiago en donde sostenía que el proyecto Eje Alameda realizado por equipos profesionales altamente calificados se asimilaba más al humo que a la realidad.

Más allá del incomprensible desprecio respecto a los esfuerzos profesionales realizados en pos de este importante proyecto, sepultar una iniciativa urbana urgente mediante una ingeniosa cuña de prensa resulta un despropósito colosal.

Lo es, en tanto ignora la enorme inversión de trabajo profesional invertido. Un promedio de 8 arquitectos dedicados durante 3 años, a las aproximadamente 160 hectáreas del eje Alameda Providencia trabajó junto a especialistas en patrimonio, transporte, pavimentación, estructuras, trazado vial y señalización, manejo de aguas lluvia, riego, iluminación, electricidad, arbolado urbano, evaluación social y participación ciudadana, entre otros, mientras que el Gore aportaba 8 especialistas en el mismo periodo. La contraparte publica incluyó – como es usual- el Gobierno Regional, Minvu (Seremi y Serviu), Ministerio de Transporte, Directorio de Transporte Metropolitano, Sectra, las Municipalidades de Providencia, Santiago, Estación Central y Lo Prado (participaron en cada caso asesoría urbana, tránsito, parque y jardines), Consejo de Monumentos Nacionales, Metro, Carabineros, MOP: (Concesiones y DOH). Además, 6 meses de desarrollo de concurso (en dos etapas), y, por si fuera poco, el tiempo y el costo involucrado en la preparación de bases en la Intendencia, (6 a 10 meses de trabajo), todo esto con cargo al erario público.

Entre otros costos asociados se pueden considerar 20 copias de plano por entrega, unos cien mil documentos de gran formato. Cada entrega debió sortear decenas de aprobaciones…. Es simplemente patético imaginarse que todo esto resulte inútil.

Tal entramado es de difícil realización. Siendo inabordable en el marco de nuestros breves periodos presidenciales, su destino es implementarse en administraciones sucesivas, como ocurre con el metro, los aeropuertos y muchas iniciativas que gozan de mejores expectativas de continuidad, y en donde el público, la prensa y las autoridades asumen ese mandato de continuidad.

Queda claro que estos esfuerzos son cualquier cosa menos humo: tampoco lo es conquistar el derecho a realizarlos puesto que son considerables las barreras de entrada: hubo en este caso un concurso internacional en dos etapas. Los ganadores vencieron una competencia dura, leal, y del más alto nivel, ante un jurado que debió justificar sus razones públicamente. Fueron mandatados por la autoridad para hacerse cargo avalados por la calidad de su anteproyecto, sus metodologías y experiencias profesionales. Debieron validar cada uno de sus pasos ante una maraña de organismos. Difícilmente encontraremos una alianza público-privada cargada de mayores niveles de exigencia.

La experiencia acumulada en cuatro años de enfrentamiento con las condiciones reales los ha tornado en especialistas en relación a una de las situaciones urbanas más complejas de nuestra ciudad: son en efecto los médicos de cabecera del eje Alameda Providencia, quienes mejor dominan su diagnóstico al poseer una visión de conjunto en donde proliferan las miradas sectoriales. Ese capital adquirido, desde ningún punto de vista puede ser desperdiciado: relativizar la condición de expertos está más o menos de moda. Ciertamente se puede diferir de ellos, pero es aconsejable escucharlos con atención y respeto, como se lo hace con un cirujano, ni más ni menos. No hacerlo es incurrir en una grave irresponsabilidad.

Lo anterior lleva a preguntarse ¿a quien le pertenece tal proyecto? Sin duda no es de propiedad de la intendencia, cuyas autoridades, ocupan el cargo por limitados periodos de tiempo. Tampoco es de las reparticiones del fisco, por más poder que estas posean: en rigor éste nos pertenece, por sobre todo, a los ciudadanos. Es en nombre nuestro y administrando nuestros recursos que se financian estas iniciativas. La autoridad debe liderarlos, darles sentido, y continuidad, facilitar acuerdos, garantizar las proyecciones del largo plazo, y desde luego publicitarlos, cosa que raramente ocurre.

Y si el proyecto es de los ciudadanos, ¿por qué se excluye nuestro juicio en su consideración? ¿Como es que no sea expuesto en un lugar significativo? Urge publicitar estas propuestas como se hace en ciudades más avanzadas, considerando, además, que esa instancia propone una gran oportunidad de educación cívica, situándolo además en su verdadera perspectiva, en este caso la de un espacio urbano cargado de significados, que es mucho más que un corredor vial. Reducir su debate a la dimensión vial o de transportes como lo ha hecho algún columnista seria como reducir la compleja personalidad de determinado personaje a su sistema digestivo. Este espacio maltratado, que cotidianamente hace frente a una enorme carga de uso y a la polución, se enfrenta a una persistente decadencia, manifestada en el anacrónico uso de veredas como estacionamientos, el deterioro del arbolado, la fealdad, el abuso publicitario, la ausencia de mantención, el vandalismo y la proliferación de fachadas ciegas en primera planta.

Las ciudades, como los cultivos, requieren cuidado y seguimiento. No hay espacio público de calidad que no haya madurado en periodos largos. Su manejo le pertenece a una suma de administraciones. Abandonarlo como si los problemas que encara no existieran seria pura desidia.

En un boceto, Bernardo O'Higgins nos legó la imagen de la avenida arbolada que se constituiría eventualmente en nuestro principal eje urbano. Años más tarde estando ya exiliado, los arboles alcanzaban suficiente altura para sombrear ese corredor "de las delicias". Nos movemos hoy en un campo de opciones infinitamente complejas, pero urge revertir la decadencia de nuestro eje principal, lo cual requiere coraje, determinación y dialogo de cara a la ciudadanía, y por, sobre todo, desmantelar la cortina de humo que oculta los problemas de difícil solución. Si plantásemos hoy los 2000 árboles previstos para este eje, deberíamos esperar unos quince años hasta que aportaran sombra y una muy requerida cualidad ambiental en largos tramos de la avenida que son -hoy por hoy- casos ejemplares de islas de calor.

El derroche de recursos públicos es un cáncer que debe ser denunciado y combatido. Lo importante es que el proyecto está disponible: solo falta saber cómo implementarlo y en dónde ajustarlo. Estamos ad portas de una conferencia internacional acerca del cambio climático: ¿que mejor ocasión para relanzar esta indispensable iniciativa?

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