La alegría nunca llegó
Molotovs en liceos, violencia en el fútbol, universidades en paro, fondos de AFP, hasta que llegó el gran Santiagazo. Afirmar que son todos delincuentes es, simplemente, querer tapar el sol con un dedo.
Acemoglu y Robinson, en su magistral libro "¿Por qué fracasan los países?", plantearon que las instituciones económicas pueden ser "extractivas" o "inclusivas". Las "inclusivas" son aquellas leyes y normas que posibilitan la participación de la mayoría de las personas en actividades que aprovechan sus talentos, de modo que cada uno elija lo que desea. Las "extractivas" tienen como objetivo extraer rentas y riqueza de un subconjunto de la sociedad para beneficiar a otro. Algunos se hacen muy ricos y el resto que se chupe el dedo. ¿Suena conocido?
Estos autores dicen que el carácter "inclusivo" o "extractivo" de las instituciones económicas no se da por sí solo, sino como resultado de instituciones políticas "inclusivas" o "extractivas". Las "extractivas" son normas y leyes impulsadas por las fuerzas políticas para mantener la extracción de rentas de un conjunto de la sociedad respecto a otro. Por ejemplo, los impuestos y el Código Penal.
En Chile la pobreza en 1990 superaba el 42%, hoy es 13%. Sin embargo, según el Banco Mundial, Chile sigue entre los diez países más desiguales del mundo. El 1% mas rico, considerando los ingresos del capital, acumula nada menos que el 30% del PIB cada año, mucho mas que en USA. Sus ingresos son siderales. El resto… con promedio $ 350 mil mensuales. Somos el único país OCDE en que los impuestos son regresivos y terminan favoreciendo a los más ricos. Grotesco.
La alegría que venía el 90 no llegó, y son las dirigencias políticas y empresariales de 30 años las culpables totales, en contubernio. No han querido generar un nuevo relato convincente. El más reciente botón de muestra: un ministro llamando a levantarse más temprano. Que se vaya.
Todos conocemos los abusos de ciertas empresas, escándalos en las FF.AA., macroestafas a diario, perdonazos tributarios, dietas parlamentarias grotescas. El cuello blanco no se ensucia nunca en la cárcel. Esto llevó a los millennials y a sus padres, a una cultura de derechos sin deberes, el que no llora no mama y el que no mama es un gil. Con razón no encuentran causas por que luchar. Si sumamos los crecientes problemas de salud mental, abuso de alcohol y drogas, la fácil organización de protestas en redes sociales, y la congestión de Santiago… los incidentes continuarán. Si los políticos no construyen un relato convincente, que genere un proyecto común para dar un sentido a la vida en sociedad, se está allanando el camino para un Bolsonaro chileno, o algo peor. Propongo gabinete de unidad nacional, dietas de parlamentarios rebajadas, y reforma tributaria realmente osada. Con menos, nadie se tranquilizará. Yo tampoco.
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