La arriesgada apuesta de Trump
En 2016, cuando Donald Trump se convirtió en la carta presidencial del Partido Republicano y ganó luego, en forma sorpresiva, los comicios de ese año, su triunfo se explicó, en parte, por su capacidad para sintonizar con las frustraciones y anhelos de una parte de la ciudadanía, descreída de las promesas de los políticos tradicionales y postergada por décadas a causa de los efectos de la globalización y la apertura comercial. Con su mensaje de “Hacer a Estados Unidos grande otra vez” logró apelar a los más básicos sentimientos nacionalistas de amplios sectores. Seis años después, y con una derrota electoral de por medio, el panorama que enfrenta el expresidente es muy distinto al que lo condujo a la Casa Blanca en la década pasada. Sin embargo, su anunciada decisión de postular nuevamente a la presidencia parece no asumir esa nueva realidad.
El Trump 2022 está muy lejos de ser el Trump de 2016. Pese a que aún lidera los sondeos entre las cartas presidenciales del Partido Republicano, su apoyo ha venido bajando en forma sostenida en los últimos meses en contraposición al aumento del recién reelegido gobernador de Florida, Ron DeSantis, convertido por estos días en la estrella emergente del partido. DeFuture tituló luego de los comicios de medio término, en referencia al gobernador, el periódico The New York Post, propiedad de un viejo aliado del expresidente, Rupert Murdoch, quien ha dejado claro que esta vez no respaldará la nueva aventura presidencial del empresario. Un distanciamiento que también han expresado otras figuras del Partido Republicano, como el exvicepresidente Mike Pence o la ex vicegobernadora de Virginia y ex aliada de Trump, quien aseguró que “suficiente es suficiente”.
Pero más allá de lo anterior, algunos republicanos han advertido, luego de los resultados de las elecciones de medio mandato, que el expresidente podría convertirse en una carga más que en un beneficio para el partido. Varios apuntan a él como el responsable de que la anunciada “marea roja” esperada por los republicanos en los comicios de hace dos semanas no se produjera y temen que la confirmación de su candidatura presidencial pueda perjudicar al candidato republicano en la segunda vuelta de la elección para el Senado en el estado de Georgia. En parte eso mismo explicaría la urgencia del expresidente por anunciar su candidatura, un intento por contener el crecimiento de nuevas cartas republicanas que pudieran desafiarlo en las primarias. Estrategia que, según algunos observadores, podría terminar teniendo el efecto contrario.
El expresidente había anunciado antes de los comicios de medio término que haría un anuncio importante el 15 de noviembre. Confiaba entonces en el buen desempeño del partido, el que finalmente no se produjo y quedó amarrado a sus palabras. No anunciar nada el martes pasado habría sido un reconocimiento de la derrota. Postergarlo hasta después de la segunda vuelta de Georgia, como le pedían algunas figuras republicanas, también. Por eso, se vio obligado a anunciarlo oficialmente, pero sin el empuje que le habría dado un buen resultado de los republicanos, como él esperaba. Ahora se enfrenta al riesgo del desgaste y a las crecientes tensiones al interior del Partido Republicano, que deberá administrar. En 2024 Trump ya no será la novedad, como sí lo fue hace seis años, y tendrá que enfrentarse a otras figuras republicanas que sí podrán apelar a esa carta entre los votantes.
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