La batalla comunicacional

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Foto: La Tercera/Archivo


Al finalizar el día de hoy habrá un ganador en La Haya. Los medios, y también los políticos, tendrán la tendencia natural a mirarlo con metáforas de fútbol o boxeo. En ese juego de leyendas mediáticas, Evo Morales ya logró victimizar a su país y mostrarse como alguien que pide algo sencillo en las relaciones internacionales: la oportunidad de negociar.

Por otro lado, el gobierno chileno se enfrenta a un dilema comunicacional enorme, en el caso de que la corte internacional establezca una obligación de negociar con resultado de salida soberana al mar para Bolivia. Los juristas llevan meses tratando de convencer a la opinión pública de que ello es imposible por la existencia del Tratado de 1904, pero una breve revisión de fallos de la misma corte en otros casos la muestran creativa para corregir lo que interpreta como injusticia. También ninguno de los expertos que hicieron predicciones respecto del caso de la demanda que hizo Perú contra Chile en La Haya fueron capaces de imaginar el resultado final.

La CIJ tiene en su escritorio un hecho histórico indesmentible: Bolivia perdió su salida al mar como producto de una guerra. En las pocas notas de prensa internacional en la antesala del fallo se destaca el despojo como contexto de la resolución de La Haya. Así, suena tentador para el tribunal dar una señal de justicia reparadora. A los ojos de terceras personas en el mundo, pareciera que a Chile le sobra mar, mientras que Bolivia permanece estancado y ha manejado bien el mito de que es un país aislado, pese a la evidencia en contra.

La estrategia comunicacional que tomó el gobierno anterior de mostrar al mundo la serie de beneficios que tiene Bolivia en el océano Pacífico y los accesos que cuenta a los puertos chilenos en condiciones mucho mejores a los exportadores nacionales fue abandonada por la actual Cancillería. El actual titular ha optado por el bajo perfil y no mencionar, por ejemplo, que el 80% de las exportaciones por el puerto de Arica son bolivianas. Las bravatas han estado en La Moneda, que suele pensar más en las encuestas internas. Así, de la misma manera que Morales, por sus líos internos, no será capaz de reconocer una derrota, a Piñera se le vuelve cuesta arriba pasar a la historia como el Presidente que cedió soberanía, en especial porque la demanda se hizo durante su anterior gobierno.

Tampoco el gobierno actual ha sacado partido a los problemas internos de Morales en Bolivia. Sus opositores en ese país leen correctamente que el gobernante está tratando de usar el fallo de La Haya como trampolín para saltarse el referéndum de 2015, donde los bolivianos dijeron no a su reelección. El expresidente Jaime Paz lo reflejó correctamente al decir que prefería la democracia a la salida al mar. En la semana donde se conmemora que hace 30 años los chilenos dijeron No a quien quería estar más tiempo en el poder, nadie en la Cancillería actual aprovechó esa oportunidad comunicacional. Quizá el deseo oculto del gobierno de bajarle el perfil a una fecha que divide a su coalición hizo que pasara el valioso momento de marcarle un gol de entrada a Evo.

Si se analizan entonces esos dos errores previos que ha cometido el Ministerio de Relaciones Exteriores, suena entonces razonable la increíble jugada de evitar el viaje del canciller Ampuero a La Haya. En una pantalla dividida en televisión, quien no ha jugado bien en estos meses frente a un Evo Morales exultante, podría hacer perder la batalla comunicacional ese día.

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