La batalla ideológica
Es inevitable que, en la contienda de medidas como la reforma de pensiones, se enfrenten visiones ideológicas. ¿Debería nuestro sistema de capitalización individual y apalancado depender únicamente de la PGU, o debería la cotización incorporar un componente solidario?
Aunque el gobierno actual aún no ha alcanzado su punto medio, definitivamente la agenda política se inclina más hacia las futuras elecciones que hacia los desafíos presentes. En el reciente comité político, el Presidente estableció que el enfoque del segundo tiempo estaría más orientado hacia la gestión, relegando las discusiones ideológicas o valóricas que algunos en la administración consideraban prioritarias. Esto no logró establecer la necesaria calma, pues los intentos de diferenciación y establecer identidades pesan más; especialmente tras las entrevistas al diputado Gonzalo Winter, quien, aunque ha expresado algo que es simplemente sentido común, ha resaltado la importancia de que la lucha por el poder no descarte el debate de ideas. Las incomodidades, en especial desde el Socialismo Democrático, no se hicieron esperar.
Es inevitable que, en la contienda de medidas como la reforma de pensiones, se enfrenten visiones ideológicas. ¿Debería nuestro sistema de capitalización individual y apalancado depender únicamente de la PGU, o debería la cotización incorporar un componente solidario? Incluso desde un punto de vista político oportuno, ¿debería la oposición dedicarse a bloquear el proyecto del gobierno en el Senado, o intentar revivir la reforma presentada por Piñera poco antes del estallido social? Cada una de estas preguntas tiene un trasfondo ideológico, lo que justifica plenamente la necesidad de mantener estas conversaciones.
Sin embargo, la responsabilidad principal de liderar estas conversaciones recae más en los partidos políticos que conforman la coalición que en el propio gobierno. En una democracia, los partidos políticos desempeñan un papel crucial. Son los vehículos a través de los cuales se articulan y representan los intereses de la ciudadanía, así como los instrumentos para la competencia política y la toma de decisiones. Deben ser espacios de debate y deliberación, donde se definan las políticas públicas que guiarán el rumbo del país, así como fomentar la participación ciudadana y la representatividad en los procesos electorales. En este momento, cuando nos encontramos al borde del inicio del ciclo electoral que determinará a las futuras autoridades, su papel es más visible y necesario que nunca.
No obstante, a veces parece que dentro de la misma coalición no hay un ánimo de discusión. Un ejemplo de ello son las reacciones al planteamiento de la alcaldesa Delfino sobre la selección en los liceos emblemáticos. La primera reacción, como la de Fernando Atria, cuyas ideas han influido considerablemente en las posturas sobre educación de los actuales dirigentes estudiantiles en el gobierno, fue calificar dicha conversación de “patológica”, cerrando así el debate. Es una reacción similar a quienes desacreditan los planteamientos de Winter, argumentando que ya se discutieron en la convención y su posición fue derrotada.
La coalición oficialista debería preocuparse ante esta incapacidad de discutir internamente temas como la selección en los liceos emblemáticos o la conversación sobre solidaridad en las pensiones propuesta por el diputado Winter. Si la respuesta a temas polémicos es el menosprecio o la ofensa, esto evidencia una fractura interna que, de no ser atendida, podría convertirse en una crisis. La escasez de debate de ideas plantea dudas sobre la gobernabilidad futura, lo que podría afectar el resultado de las elecciones.
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