La batalla de las aulas

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El proyecto Aula Segura liderado por la ministra Marcela Cubillos permitía la expulsión inmediata de un alumno que portara o usara armas y explosivos al interior de un liceo. La senadora Yasna Provoste lideró a su vez en la Comisión de Educación la oposición al proyecto, consiguiendo que esta modificara su contenido para impedir la expulsión y bautizó al nuevo proyecto como Aula Democrática. La sala del Senado, en definitiva, repuso la posibilidad de expulsión de los alumnos violentistas introduciendo algunos cambios en el procedimiento.

Tras esta batalla, subyacían también otras disputas. Una, de más corto plazo, enfrentaba dos maneras distintas de responder a la violencia que está asolando a nuestras escuelas y en general a nuestra sociedad, donde grupos minoritarios y muy decididos ejercen una inusitada violencia contra personas de su entorno con el afán de imponer sus creencias o concepciones o simplemente como una forma de protestar y manifestar descontento. La ciudadanía, en general, rechaza este tipo de comportamientos y siempre prefiere que las diferencias se ventilen de una manera ordenada y pacífica. Esto es así en la educación, pero también en otras cuestiones y ámbitos de la vida cotidiana. La población apoya las acciones de Carabineros y las policías para imponer el orden público, pues percibe que ellas garantizan a los ciudadanos cuestiones tan elementales como el derecho a transitar por las calles de la ciudad y a trabajar sin correr riesgos a su integridad física.

Por eso Yasna Provoste perdió esta batalla. Porque en su proyecto resultaba más grave fumar en un liceo que agredir a un profesor o a un alumno. Porque los violentistas tenían más garantías que sus víctimas. La gente no está dispuesta a seguir tolerando estas situaciones y por ello, aunque la oposición al gobierno de Sebastián Piñera tenía más senadores que el oficialismo, terminó prevaleciendo la visión de Aula Segura. Algunos senadores de oposición preferían el proyecto del gobierno y otros simplemente no estuvieron dispuestos a seguir defendiendo una postura completamente impopular. Vamos a ver qué hará ahora la Cámara de Diputados, seguramente habrá algunos diputados de oposición que querrán dar la misma batalla que Yasna Provoste. Si lo hacen, volverán a perder. Los más reflexivos, independientemente de sus preferencias, no pueden dejar de observar que los senadores Lagos Weber, Letelier, Pizarro e Insulza aparecen frente a la opinión pública en una posición más razonable que Provoste, Quintana o Latorre.

El gobierno del Presidente Piñera insistió en su posición y se arriesgó a perder en la Comisión de Educación del Senado, no por impericia o falta de cálculo en la tramitación legislativa. Lo hizo porque sabía que tenía una carta ganadora y, a la larga, la oposición no iba a poder resistir la presión de una ciudadanía en contra. ¿Cuántas veces más se irá a repetir este escenario? Cuantas veces la oposición y sus parlamentarios más termocéfalos lleven el pandero en la negociación con el gobierno. A la larga, en todas aquellas causas en que la ciudadanía apoye mayoritariamente al oficialismo empezarán a surgir voces más moderadas en la oposición que tomen el rol de interlocutores con el gobierno. La moderación acarrea votos y Piñera es el que mejor ha comprendido esto.

Una cuestión más de fondo subyace también en la batalla de las aulas. Y esta puede tener consecuencias de más largo plazo. Va ganando terreno la noción de que la izquierda ha abandonado a las mayorías. Que su defensa de los pobres y los vulnerables ha sido dejada de lado, para reemplazarla por la defensa de grupos de interés y minorías más vocales en sus reivindicaciones. El feminismo, las causas de la diversidad sexual, la corrección política en las aulas universitarias y en el arte dominan ahora la escena política en la izquierda. Este no es un fenómeno solo de Chile, sino que recorre el mundo. Mark Lilla, en su libro El regreso liberal: más allá de la política de la identidad, diagnostica que esta es la causa de las sucesivas derrotas de la izquierda en el mundo. Puede ser también la razón por la cual las mayorías están apoyando cada vez más gobiernos de derecha.

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