La cancelación, una deriva
SEÑOR DIRECTOR:
En la columna de Sebastián Edwards en La Tercera “Humanidades: una conversación” se concluye que las universidades -las universidades tradicionales- han perdido su espíritu libre y abierto por el predominio en departamentos de humanidades de lo que llama teorías críticas. Lo curioso es que llama a devolver el espíritu libre a las universidades haciendo lo mismo que él denuncia: proponiendo cancelar este conjunto de teorías.
Más allá del origen de la cancelación, la columna invalida un conjunto diverso de teorías sin matices ni argumentos. Podemos estar de acuerdo o en desacuerdo con los planteamientos de estas teorías; podemos considerar que algunas personas que adhieren a estas lo hacen dogmáticamente y criticarlas por eso; pero es tremendamente riesgoso para una sociedad calificar ideas o teorías por sus supuestos efectos nocivos, sin que medie evidencia alguna. El riesgo es que, en un futuro, personas que puedan servirse de esas teorías para pensar, independiente de la manera que lo hagan, sean censuradas o, incluso, perseguidas.
Toda cancelación, incluida la propuesta de Sebastián Edwards respecto a las humanidades con minúscula, pierde sentido cuando entendemos que las ideas no desaparecen porque lo decretamos: operan de cualquier modo, con o sin nuestro consentimiento. Por eso no podemos responder a la cancelación con más cancelación. Es fundamental cultivar un ambiente para discutir todas las ideas y analizarlas en su mérito y demérito, incluso las ideas más difíciles y dolorosas. En esta tarea las universidades, incluidas las humanidades con y sin mayúscula, aún tenemos mucho que avanzar.
Antonia Larraín
Vicerrectora de Investigación y Postgrado
Universidad Alberto Hurtado