La ciudad de los quince minutos, el territorio de una hora y media
Por Ricardo Abuauad, arquitecto y decano del Campus Creativo de la Universidad Andrés Bello
En 1858, el hedor de las aguas servidas londinenses (el “Great Stink”) que inundó el parlamento británico fue el detonante del notable sistema de alcantarillado de Bazalgette. Que las plagas y el temor al contagio son un aliciente para el avance de la ciudad, no hay dudas. Por eso, hoy abundan las opiniones que intentan anticipar en qué dirección se producirán esos cambios.
No parecen justificarse los vaticinios del fin de las ciudades compactas: si bien existen densidades insalubres que deben ser proscritas, una cierta proximidad es esencial para la vida urbana. Los problemas de higiene se han utilizado antes como excusa para promover un modelo de ciudad extendido, pero eso nunca ha desincentivado la concentración en urbes atractivas y compactas. Lejos de eso, la “vida de ciudad” sigue su curso.
¿Dónde y cómo se producirán, entonces, los mayores cambios? Parece sensato explorar dos de los ámbitos en los que hemos visto más innovación: el trabajo y el estudio.
¿Significa eso que la tendencia en el mercado de oficinas (cowork, planta libre, eliminación de cubículos y barreras, espacios de recreación en las mismas empresas) va a echar pie atrás, y volveremos a las plantas compartimentadas? Probablemente no, pero sí habrá cambios.
La proporción de teletrabajo aumentará, y con ello las personas que se permitirán viajar menos y vivir más lejos, incluso extramuros. Ellas dependerán, es posible, de redes de transporte rápido que los llevarán a los centros urbanos de vez cuando y el resto del tiempo trabajarán desde casa. El territorio podrá habitarse en una red de centros interconectados de menor tamaño. Algunos barrios habitacionales serán así menos monofuncionales, más mixtos. Habrá más delivery, más comercio online, más viviendas/oficinas.
Pero otra de las consecuencias probables será la descentralización, la multiplicación de sedes de empresas, servicios y oficinas en entornos diversos, más atomizados, que puedan actuar como relevos unos de otros. La economía que ha llevado hasta ahora a las grandes torres de oficina que reúnen a todos en el mismo lugar podrán mutar a una serie de focos independientes, repartidos en barrios, incluso en ciudades diferentes, que hagan la cadena menos vulnerable. Esto podría ser un arma eficaz para combatir la segregación, con los atractores mejor repartidos entre diferentes sectores.
Veremos posiblemente un nuevo interés por ciudades intermedias o francamente pequeñas como localización de servicios. Veremos también cambios en los lugares de trabajo: más ventilación cruzada y menos fachadas vidriadas con ventanas que no permiten ser abiertas.
En cuanto al estudio, sobretodo superior, ocurrirá algo similar. En este escenario es probable que la figura del campus unitario sea menos atractiva que una serie de localizaciones atomizadas, en entornos muy diferentes, que posibiliten usos distintos. Y que el online sea una opción real, lo que significa que partes importantes de las mallas académicas puedan cursarse a distancia.
Recientemente se ha difundido la “ciudad de los 15 minutos”, una en que las distancias a recorrer sean menores, con barrios mejor abastecidos. La misma idea puede extrapolarse hacia un “territorio de una hora y media”, uno en que una red interconectada de centros habitados, unidos por transporte sustentable, permita enfrentar este tipo de crisis de otra forma, con válvulas de control entre ellos. La idea no es nueva, pero sí lo puede ser la adaptación que hagamos de ella en este escenario.
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