La clave para las políticas educativas es la consistencia
Esta semana se publicaron los resultados de la prueba Pisa hecha en 2018. Chile no mejoró nada en comparación a la última medición. Es más, desde 2009 que no ha mejorado en calidad y/o equidad, a pesar de las múltiples reformas y un aumento en el presupuesto de hasta un 100% en términos reales.
La prueba PISA, administrada por la OCDE y aplicada cada tres años en decenas de países en el mundo a estudiantes de 15 años, es por lejos el mejor indicador que tenemos para medir nuestros avances en educación. ¿La razón? La prueba mide habilidades, no solo conocimiento, y es posible compararse con uno mismo y con otros países en el mundo a lo largo del tiempo.
Lo interesante es que entre el 2000 y 2009 Chile fue el país que más mejoró en el mundo, a pesar de tener menos recursos y menos conocimiento. ¿Qué pasó? Yo lo resumo en una palabra: Consistencia. Las políticas públicas implementadas en ese periodo eran mejorables pero el hecho fue que se trabajó en conjunto por un mismo camino en educación y se lograron resultados.
La polarización política y social que hemos tenido en estos últimos 10 años ha generado que cualquier proyecto que se levante en educación termine por fracasar. Quienes están a cargo de tomar decisiones que afectan el futuro del país no se han puesto de acuerdo, no llegan a un consenso que permita avances concretos.
En busca de la fórmula correcta, perdimos consistencia y lo más importante: La sana convivencia. Más allá de los legítimos cambios en las políticas públicas, no olvidemos que como ciudadanos somos responsables de que las comunidades escolares puedan tener procesos ininterrumpidos de enseñanza que permitan garantizar una educación de calidad.
Para esto los adultos somos los primeros que debemos reencontrarnos, volver a conversar, mirarnos a la cara y entender que el que piensa distinto no es una mala persona, tiene una historia y puede ser un aporte desde su experiencia.
En vez de buscar la fórmula correcta, seamos las personas correctas. Seamos parte de una comunidad que avanza con urgencia y esperanza, y que dialoga para trabajar por el bien común. Esa es la base fundamental para cualquier transformación social.
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