Columna de Josefina Araos: La coalición rota
Por Josefina Araos, investigadora IES
Esta semana debía ser una de acuerdos para el oficialismo, avanzando en la delimitación de las reformas a la propuesta de nueva Constitución. Sin embargo, terminó explicitando una fractura. El quiebre generacional entre el mundo del Frente Amplio y el del Socialismo Democrático existe hace mucho tiempo. La despiadada crítica a los 30 años que formuló el Presidente y su entorno por tanto tiempo y en función de la cual construyeron sus liderazgos políticos, implicaba una severa mirada sobre aquellos que habían encabezado esa herencia. Con más pragmatismo que convicción, parecían haber dejado de lado esa diferencia, ante la posibilidad de encarnar un gobierno transformador. Uno que, además, para asegurar la llegada a La Moneda, requirió moderar los cuestionamientos de quienes, de pronto, se revelaron como aliados. Pero los dichos del ministro Jackson, en que atribuyó a su sector una escala de valores superior a la clase política de la transición, reabrieron la herida que intentaban olvidar.
Esto no es irrelevante. El enojo de la centroizquierda debilita a un gobierno desesperado por fijar consensos para hacer repuntar el Apruebo, pero también para fortalecer una coalición que no termina de consolidarse. No se trata ya de que existan dos almas al interior del gobierno, una más dura y otra con mayor vocación de transversalidad, sino de que entre ellas no hay un vínculo sólido. Tanto así que el senador Insulza señaló que, luego de las palabras del ministro Jackson, la coalición de gobierno había “terminado de morir”. ¿Nació alguna vez? La polémica los obliga a retornar a un dilema no resuelto. En alguna medida, la herida estaba destinada a reaparecer, como un trauma que se decide evadir, hasta que estalla a la fuerza. Por un lado, quienes fueran parte de los gobiernos de la Concertación, han resentido desde el surgimiento de los principales líderes del Frente Amplio la dura mirada que pesa sobre su trayectoria. Pero al mismo tiempo, no supieron defenderse de ella. La vieja generación decidió someterse a esa crítica, en lugar de reivindicar un legado al cual renunciaron. Por otro lado, el Frente Amplio terminó aliándose a ese mundo ante la para ellos amenazante posibilidad del triunfo de José Antonio Kast, sin modificar ninguna de las bases de su lectura de nuestra historia reciente. De esa crítica de hecho, depende su propio sostenimiento. Alejarse de ella, implica quedarse sin nada, pues su agenda descansa en la distancia total respecto del modo en que se hicieron las cosas hasta su llegada al poder. La superioridad moral es, finalmente, parte fundamental de su proyecto.
Así, lo más grave de las afirmaciones del ministro (que revelan una vez más la poca conciencia del cargo que ejercen), no reside únicamente en el juicio que dirigen a la ex Concertación, sino en la comprensión de sí mismos. ¿Hasta qué punto los problemas del gobierno se deben a una lectura en que se asumen liberados de las miserias de la política? ¿En qué medida eso los expone a acciones temerarias e irresponsables? La ida de Izkia Siches a Temucuicui, el cambio de nombre y funciones de la Dirección Sociocultural de la Presidencia, el mal manejo en política exterior, y tantos otros casos, tienen en común a una generación que, ni asumiendo el poder, ha tomado conciencia de que es ese mismo lugar el que te expone a la caída. Por eso les cuesta tanto la humildad, y la soberbia los conduce permanentemente a la imprudencia. La tragedia reside en que de esto se deriva menor valoración del gobierno, desinstitucionalización y debilitamiento de una coalición que, todo indica, necesitará estar fortalecida para lo que pase el 4 de septiembre. Quizás aún quede tiempo, no ya para tanto perdón, sino para enmendar el rumbo.
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