La coherencia del pacto
Por Paulina Vodanovic, presidenta de la Fundación Horizonte Ciudadano
Uno de los efectos que no hemos calibrado aún es el golpe de humildad que la crisis provocada por el Covid-19 ha infligido a gobernantes de todo el mundo. No son pocos los países que han visto a sus líderes tragándose sus viriles declaraciones desde que entendieron que su poder gubernamental no basta para controlar fenómenos tan complejos. Se necesita, adicionalmente, construir credibilidad para convocar a la ciudadanía y a las oposiciones para avanzar a pactos nacionales amplios, acordes con la dimensión del reto. Se necesita coherencia.
No tan lejos del cuadro descrito, Chile se está abriendo a un nuevo momento político. Ya pasó el tiempo de los “winners” y esperamos se inicie el de los constructores. Pero si no osamos mirar la realidad con transparencia perderemos tiempo valioso: ¿dónde existen bases de credibilidad y dónde faltan cimientos más sólidos?
Nadie pone en duda que debemos navegar juntos la crisis sanitaria. El gobierno accedió a escuchar más y compartir mejor la información. Es el momento de la unidad para contener el virus; ya vendrá el tiempo de las lecciones, donde debiera confirmarse la necesidad de robustecer el sistema público de salud.
Donde aún falta claridad es en los caminos para enfrentar la crisis económica y social. Hay consenso sobre la urgencia de responder al hambre por falta de ingresos. Los alcaldes jugarán un rol determinante en la organización de las ayudas. Pero para convocar a un trabajo conjunto de mediano plazo, se necesita más.
Primero, hablemos de la magnitud del esfuerzo fiscal para estar a la altura del costo humano y estructural que la crisis está teniendo. Esta no es una discusión técnica, es de prioridades: economistas de todos los colores políticos están instando al gobierno a hacer un esfuerzo mayor de endeudamiento. Merkel y Macron acaban de proponer triplicar el presupuesto europeo anual y compartir el peso de esta deuda entre los 27 estados miembros. ¿Qué coherencia tienen las grandes declaraciones sobre el carácter histórico de la crisis si no hay medidas del mismo orden?
Segundo, habiendo superado la urgencia apremiante del hambre, hablemos en serio de cómo usar las inversiones públicas que nos endeudarán a todos. No es lo mismo una reactivación orientada a generar empleo con industrias que reducen o aumentan las emisiones de CO2; no es lo mismo seguir repitiendo viejas prácticas empresariales que definir en conjunto la orientación estratégica de las industrias en cada región; no es lo mismo rescatar empresas con recursos públicos con condiciones (para trabajadores, consumidores, comunidades), que hacerlo sin condiciones.
Y esto nos lleva a una tercera dimensión, inevitable, que no puede estar ausente de una mirada integral y efectiva de la salida de la crisis y en la cual reposa, precisamente, la credibilidad de cualquier interlocución: sin la voz de la ciudadanía ningún pacto es imaginable. Es aquí donde necesitamos la mayor coherencia. No podemos esquivar la pregunta sobre el modo en que nos pondremos de acuerdo y cuánto queremos escuchar realmente a las personas que están al centro de todo lo que estamos describiendo. En este sentido, urge que el gobierno se abra a socializar no solo las culpas sino que también las decisiones de Estado. No es ciencia ficción: existe un camino claro, institucional, para resolver democráticamente estas disyuntivas. Se llama proceso constituyente.
Hay tantas tareas como necesidad de crear condiciones para pactos amplios. Pero que se entienda: sin una base creíble en lo económico, social y político, es decir, sin coherencia, nuestros líderes seguirán cometiendo el error de culpar al empedrado de sus tropiezos.