La columna de esta semana

Convención Constitucional


Por Alfredo Jocelyn-Holt, historiador

Desde hace semanas que acumulo columnas posibles que paso postergando, y luego me penan. Una sobre Vermeer y fantasmas, otra sobre cuando leí por primera vez el Ulysses de Joyce casi 50 años atrás (en un curso dedicado solo al libro, a cargo de Hugh Kenner, experto en Joyce, Pound, Eliot, quien recitaba de memoria el monólogo de Molly), y otra sobre el Cerro Castillo en Viña del Mar que recorro todos los días cuando estoy acá y me recuerda los biombos japoneses. La tiranía del momento y su agenda chata, capaz de anular todo lo que no tenga que ver con luchas de poder en Chile, me lo impiden. Empobrece el espíritu, no solo la convivencia, que la política sofoque el resto de la vida.

Antenoche, en medio de un sueño a sobresaltos, me desperté a eso de las 3AM empapado, y no volví a dormir más, pensando que quizá nuestros problemas se acaben cuando se deje de temer a la izquierda. Ha fracasado rotundamente (el 73 y el 89), lo suficiente como para no darle tanta cuerda. Conforme, maneja masas, pero eso también se dice del mercado neoliberal. Lo que es los acomplejados de derecha exageran su peso cultural sin tomar en cuenta que en Francia, EE.UU. y el Reino Unido, la intelectualidad conservadora nunca se ha debilitado (falta de mundo, no más, el nuestro). Pensé de inmediato que sobre eso debía escribir esta semana, y mejor me olvidaba de Vermeer y Ungaretti (a este último le debo lo de los fantasmas).

Pero deseché la idea. Había algo más urgente que la mediocridad de la derecha aterrada con izquierdistas, además de incompetentes, bien parecidos. Si basta recordar a los partidarios de la dictadura, también en su momento, prepotentes dueños del mundo. Estuve tentado incluso de retomar la columna sobre el Cerro Castillo, no porque la idea de un Presidente que algo manda se esté volviendo a poner de moda, o vaya a instalarse uno nuevo en el palacio allá arriba (como vecino he soportado a Lagos, Bachelet, Piñera, da lo mismo que ahora sea Boric), sino por algo realmente fascinante, que cuando uno sube y baja un cerro y recorre el perímetro capta distintos puntos de vista a la vez, propio de la perspectiva china y japonesa, diferente de la nuestra que desciende del Quattrocento y la cámara oscura, aunque con pifia: percibe el mundo con un solo ojo como Polifemo, el cíclope de la Odisea y el Ulysses.

Vale. Pero, y el pánico -¿podía dejar pasarlo?- si esta semana la derecha hasta alabó al “Perseguido Número Uno de la Dictadura” aún vivo (otros dos han muerto) cuando pareció apoyar un eventual Rechazo. ¡Qué bochorno! Ahí el problema es que da igual, hace rato Chile entró en pánico. Se ha entregado todo, hasta la soberbia, pensando que así algo salvan, pero de nada ha servido. A tal punto es absurdo que voy a tener que releer a Kafka, y volvemos a esto en una próxima columna.