La columna de Guarello: El mono y su banana
"Lo de Melipilla tuvo más condimentos: la denuncia fue anónima, hubo una fallida y errática campaña en los medios y redes sociales y se expuso en televisión a un ex gerente técnico del club, en muy malas condiciones, dándole al caso un morbo y patetismo del todo innecesario".
El rechazo de la ANFP para hacer una denuncia en contra de Melipilla por dobles contratos, “no existen los méritos suficientes”, debe ser uno de los últimos actos de una temporada donde el fútbol de pasillo terminó por desplazar en varios momentos al que se juega en la cancha. Como señalamos en una columna hace dos semanas, “Planillas sucias”, parece que cada club tiene un especialista en sumergirse en los documentos ajenos y sondear posibles errores, fechas incongruentes, finiquitos no habidos o cualquier papel discutible, en caso de necesitar restarle puntos al rival directo por algún cupo, ascenso, descenso o título. Municiones que se guardan, claro, para final de temporada, cuando ya no sea posible enmendar nada y los castigos, inevitables.
Lo de Melipilla tuvo más condimentos: la denuncia fue anónima, hubo una fallida y errática campaña en los medios y redes sociales y se expuso en televisión a un ex gerente técnico del club, en muy malas condiciones, dándole al caso un morbo y patetismo del todo innecesario.
Hasta el año pasado, un modesto y eficiente funcionario de la ANFP, Humberto Pérez, escondido en una oficina arrinconada en Quilín, revisaba mes a mes, planilla por planilla, si los jugadores estaban inscritos de forma reglamentaria. Pérez era un lince en las incongruencias, un atajador tipo Claudio Bravo de errores administrativos, e informaba por teléfono a los distintos clubes cuando algo no estaba en regla. Es decir, solucionaba los problemas antes de que ocurrieran.
Sin embargo, tuvo la mala idea de fallecer y en la ANFP, siempre tan preclaros, decidieron no reemplazarlo. Las consecuencias han sido catastróficas.
Pero aquí no acaba la cosa. Agotadas todas las municiones reglamentarias y gastadas todas las moquetas en las oficinas con el “fútbol de pasillo”, en este 2021, como pocas veces, los protagonistas del circo (jugadores, dirigentes, entrenadores y periodistas), hemos levantado el tema de uno de los personajes más antiguos y folclóricos de la actividad: el consabido “hombre del maletín”. Presente desde que el fútbol existe, recorre el país repartiendo incentivos para que clubes que no se juegan nada, se maten en algún duelo específico, y le ganen al rival directo. Ya sea en cambuchos o bolsas, los fajos viajan por nuestra angosta patria dándole combustible a quienes ya piensan en la renovación de contrato o en las vacaciones, antes que meter la suela duro o romperse la crisma en las dos últimas fechas.
Y es así como en la jornada anterior vimos partidazos de equipos que se venían cayendo hacía un buen tiempo y goles que importaban poco para quienes los conseguían, celebrados de manera desaforada. De seguro en esta última fecha, con tanto en juego arriba, en el medio y abajo, tendremos más “finales a muerte”, aunque alguno de los dos rivales no gane ni pierda nada.
Que no se tome esto como una acusación o una lección de ética. Apenas es una constatación de los hechos. Los mismos que, en varias conferencias de prensa, los protagonistas no se han esforzado en negar o, a los más, han maquillado con eufemismos. Nada nuevo bajo el sol, es parte del fútbol aunque esté prohibido por la FIFA. Al respecto, siempre recuerdo la frase del gran golfista puertorriqueño Juan Antonio Chi Chi Rodríguez: “Para que el mono baile, necesita una banana”.
Comenta
Los comentarios en esta sección son exclusivos para suscriptores. Suscríbete aquí.