La columna de Guarello: Jugar a algo
"El fútbol chileno está en un momento tan extraño como preocupante. Mucho entrenador nuevo, planteles cortísimos y escasa renovación. Por algo cualquiera le gana a cualquiera y los partidos se definen, en un 80%, por un detalle".
Uno de los reproches más insistentes, y justificados, en contra de Rafael Dudamel es que la U “no juega a nada”. Es decir, sabe defenderse, cerrar los caminos al arco de De Paul, pero cuando tiene la pelota es raro que logre meter tres o cuatro pases seguidos, genere velocidad en el tercer cuarto y, en definitiva, llegue al arco rival con algún peligro. El mismo técnico venezolano no parece muy didáctico a la hora de explicar su sistema de juego, más allá de su insistencia de ocupar las bandas y “generar superioridad”, sus palabras se diluyen en generalidades y, lo más grave, carecen de nombres propios. Un gran amigo hincha de la U reclama que le duelen los ojos después de cada partido.
La U tiene buenos jugadores para el medio local. No olvidar el parámetro. Potencialmente puede dar mucho más. El último duelo con Everton, que, de ganarlo, la dejaba puntera en solitario, fue una buena muestra de fútbol inconsistente y anodino. Con un jugador de ventaja por más de 45 minutos, el equipo dirigido por Dudamel apenas produjo dos llegadas: un remate desviado de Aránguiz y un mal cabezazo de Larrivey. Ninguna de las dos, menos la segunda, entran en la categoría de posibilidades reales de gol. Fueron, apenas, aproximaciones. No deberían entrar en la estadística.
Pero, y acá hay que ser justos, en nuestro actual campeonato son pocos los equipos con una línea de juego definida. Y, de tenerla, no cuentan con los interpretes adecuados para llevarla a cabo. Ya es una característica que entrenadores sin trayectoria, y esto no es una crítica sino un hecho de la causa, aprendan echando a perder en nuestro campeonato. Hombres como Luca Marcoguiseppe o Juan José Luvera pasan sin estaciones intermedias desde ligas menores directo a copas internacionales. No es que no sean capaces o no sepan, es que el salto de exigencia es inalcanzable. Entonces deben aprender a golpes, como le pasó a Luvera en una semana: perdió cuatro o cinco jugadores por distintas causas, y Huachipato se comió tres derrotas y diez goles. Al hombre de La Calera, que tiene mejor plantel, le embocaron 18 goles en su grupo de la Copa Libertadores.
El fútbol chileno está en un momento tan extraño como preocupante. Mucho entrenador nuevo, planteles cortísimos y escasa renovación. Por algo cualquiera le gana a cualquiera y los partidos se definen, en un 80%, por un detalle. Cuesta encontrar algún duelo donde un equipo sea capaz de imponer sus términos y superar al rival de manera completa. En general son enfrentamientos donde se corre mucho, se pierden muchas pelotas, se cobran muchas faltas y los rebotes (o el VAR), termina desequilibrando ¿Alguien ha hecho la estadística de la cantidad de centros a media altura que van directamente hacia dónde está parado el rival? ¿O el número de remates frontales que caen afuera del estadio? El 3-2 de Unión Española sobre Universidad Católica hace una semana nos pareció Alemania-Francia de 1982 en comparación con la mayoría de los partidos. Algo anda mal.
En este contexto, y si logran consistencia en su rendimiento y Poyet deja de preocuparse de los guardalíneas, Universidad Católica es el único equipo que está un escalón más arriba. Seamos honestos, salvo la UC, la mayoría de los equipos chilenos se come el 5-2 en Quito o el 4-1 en Río de Janeiro que sufrió Unión La Calera. A lo mejor un entrenador más viejo y maleado se cuelga del travesaño y achica la cuenta, pero no mucho más.