La columna de Guarello: La hoja en limpio
"Las cosas cambiaron profundamente, salvo la permanente crisis del fútbol chileno, la que puede ser la peor de la historia, debido al avance de los representantes como controladores de clubes y, de forma eventual, de la actividad completa".
El primer campeonato del que tengo memoria es el de 1974. Un niño de cinco años, aún sumergido en el pensamiento mágico, viendo a Huachipato campeón y una liguilla de Copa Libertadores donde Unión Española le ganaba la definición a Colo Colo. Los recuerdos son fragmentarios, se mezclan nombres como Luis Mendy, Jorge Dubanced o Rubén Pinina Palacios. La revista Estadio habla de crisis en el fútbol chileno, los medios no deportivos no pueden decir nada. Un año más tarde el alza del petróleo y la caída del cobre hacen retroceder el PGB de Chile en once puntos. Colo Colo mal inaugura un estadio con paracaidistas, pero sin butacas, y un gol de Juan Carlos Orellana a Aviación en el arco sur. Todo era precario, a escala humana, humilde. Los mejores jugadores eran muy famosos, pero podías encontrártelos en la farmacia o el almacén. El rectángulo verde, las líneas de cal y los arcos con mallas irradiaban una luz mágica cuando uno llegaba al estadio, de la mano de tu papá, y se asomaba por el túnel hacia la galería.
Las cosas cambiaron profundamente, salvo la permanente crisis del fútbol chileno, la que puede ser la peor de la historia, debido al avance de los representantes como controladores de clubes y, de forma eventual, de la actividad completa. Un momento clave, cuyas grietas son invisibles a la vista de los hinchas. Como nunca antes, aun en los momentos de quiebra de la asociación o recesión económica del país, estuvo tan amenazado nuestro balompié. Hay tantos intereses creados y el foco de este deporte, ganar en la cancha, está tan distorsionado por la rentabilización inmediata, que si esta escalada no se detiene o, al menos, se mantiene a raya, podríamos caer en la farsa o la simulación pura y dura.
Y sin embargo hay campeonato. Con sus baches profundos desde la primera fecha. Dos muestras: un grupo de funcionarios de segundo orden decidió que no hubiera público visita. Como el gobierno saliente soltó el volante en varios sectores, Estadio Seguro quedó descabezado y las decisiones quedaron en manos de cualquiera. Y, sin avisarle a nadie, tres perfectos desconocidos determinaron que sólo puede asistir público local. Universidad Católica esperaba al menos 800 hinchas cruzados para su duelo con Coquimbo en la IV Región. Seres insondables lo prohibieron. La segunda es el vergonzoso estado del estadio Calvo y Bascuñán de Antofagasta. Dos meses sin cortar el pasto y sin mantención, butacas tapadas en guano de las aves, el recinto no está apto para que Antofagasta, que paga siete millones por su arriendo, lo pudiera usar en esta primera fecha contra Cobresal. La culpa recae en la municipalidad y su nuevo alcalde, Jonathan Velásquez, bueno para hacer “directos” por internet, pero negligente para tener el recinto público más grande de la ciudad en condiciones mínimas. Antofagasta jugará en el Tierra de Campeones.
No hay que ser erudito para saber que, como el año pasado, el título lo pelearán Universidad Católica y Colo Colo. Universidad de Chile podría entrar en alguna copa, pero el equipo “no invita a soñar” como diría mi buen amigo e hincha azul Pancho Mouat. Seguro Unión Calera andará por arriba pero no peleará el título en serio, Unión Española también estará en la parte alta como Palestino. Abajo pasará cualquier cosa. Hay varios candidatos a descender, esos, de seguro, ya tienen contratados los abogados para rapiñar en las cortes lo que no pudieron sostener en la cancha.
PD: Este año hay elecciones en la ANFP. El cambio de propiedad en Audax Italiano mueve el tablero. Se viene el show de puñaladas.
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