La columna de Guarello: Naufragio
"Lo de siempre con Lasarte, hace jugar a los 'dorados' aunque estén lesionados, planifica los partidos para 'no perder' y los pierde igual y se demora tanto en hacer cambios, que cuando se decide, ya no hay vuelta".
En menos de 24 horas el fútbol chileno se fue a pique sin posibilidad de salvación. El miércoles 26, en el Cap de Talcahuano, Copiapó terminó de ser demolido por la ANFP y los árbitros en su sueño de volver a Primera División; el jueves 27, en el Municipal de Calama, la selección chilena caía frente a Argentina haciendo, otra vez, una presentación opaca donde los errores de la banca y la mala planificación redundaron en dejar a la Roja con opciones remotas de clasificar al Mundial.
Lo de Huachipato y Copiapó estaba anunciado. El despojo se venía elaborando desde el momento mismo en que Pablo Milad, asustando con una posible acusación de “notable abandono de deberes” por parte del club acerero, prefirió sacrificar la normalidad del fútbol chileno y suspendió la promoción. Acto seguido, la segunda sala del tribunal de penas hizo un fallo a la medida para que Huachipato pudiera jugar la permanencia, pese a que en la cancha había descendido sin apelación. Tercer episodio, una serie que debió jugarse a mediados de diciembre se jugó a finales de enero, perjudicando al club de la B, Copiapó, que venía motivado y embalado tras ganarse su derecho a jugar el ascenso ¿Qué faltaba? La palada final: los arbitrajes. Entonces, en Copiapó Felipe González cobra un penal muy dudoso: Walter Mazzanti se empieza a tirar apenas llega Richard Leyton al achique y después ni siquiera va al VAR. Luego, en Las Higueras, cuando Francisco Gilabert cobra otro penal por una barrida donde claramente Diego García llegó antes al balón que Mazzanti.
El bis de este concierto de arbitrariedades e injusticias lo develó la liberación del audio del VAR el jueves en la tarde. Tanto Loreto Toloza como Cristián Droguett le dicen a Gilabert que no es penal, que Diego García gana la posición. Y Gilabert, cómo no, responde “Veo penal arriba y abajo”. Toloza calla y Droguett arruga, señalado que ratifica la sanción del juez central. Moño de la torta, Javier Castrilli justifica el asalto a Copiapó con condicionales: “Habría tomado la camiseta, habría un roce en el pie”.
Todo este proceso fue tan descarado, que sólo faltó que Victoriano Cerda bajara a la cancha y pateara el penal, pero con Gilabert de arquero.
Con la sensación de que en el fútbol chileno el descaro, la prepotencia, los intereses creados y la cobardía son la norma nos concentramos en la eliminatoria. Y Martín Lasarte demuestra que la larga planificación del partido contra Argentina en Calama fue tiempo perdido por malas decisiones a la hora de conformar el equipo y lentísima reacción desde la banca para torcer el resultado.
Claudio Bravo jugó lesionado, pero no lo sabíamos. Quedó claro en el gol de Ángel Di María, donde, pese al remate con mucho efecto, no llevaba la violencia como para que el arquero del Betis volara tan tarde. Entonces Bravo pide cambio, y el cambio se demora más de diez minutos. Los suficientes para que Lautaro Martínez anote el segundo contra un arquero sin capacidad de reacción. Lasarte confiesa más tarde que se demoró en entender qué le pasaba a Bravo.
Fuera ese detalle. Pues no. Línea con cuatro defensores centrales que naufragó sin destino. Juega Charles Aránguiz que venía saliendo de una lesión y no gravita. Mauricio Isla demora sesenta minutos en entrar pese a que estaba cantado desde el arranque que Chile no tenía salida por los costados. Eduardo Vargas vaga 85 minutos en la cancha, sin rematar una sola vez al arco ni generar una sola jugada de riesgo. Todo el estadio se dio cuenta que la Roja estaba con diez en la cancha, menos el entrenador.
Lo de siempre con Lasarte, hace jugar a los “dorados” aunque estén lesionados, planifica los partidos para “no perder” y los pierde igual y se demora tanto en hacer cambios, que cuando se decide, ya no hay vuelta. Menos mal que Ben Brereton estuvo en la cancha ayer para salvar la dignidad.
Cuando todo se hace mal, las cosas sólo tienen un resultado posible.
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