La columna de Guarello: Por qué no te creo Javier
"Lo peor de todo esto, es que hay más de una docena de árbitros que dan testimonio, pero siempre en off the record. Temen las represalias, ni los FIFA ni los mundialistas se sienten libres de decir lo que piensan".
El jueves en la tarde, pasadas las ocho, tuve un duro round a través de la radio ADN con el presidente de la comisión de árbitros, el argentino de fama mundial, Javier Castrilli. El motivo fue que esa misma tarde había cesado a tres jueces del Ascenso: Patricio Blanca, Javier Oporto y Raúl Orellana.
La pelea no fue por el despido en sí, sino la forma en que se había dado. Los tres jueces habían citado a una asamblea del sindicato de árbitros el lunes 7 para levantar una moción de censura en contra del presidente del gremio Johnny Harasic, un réferi opaco, que apenas aparece como cuarto árbitro o juez asistente en partidos de ascenso, pero que tiene un gran peso no sólo a nivel gremial, sino que también en la ANFP. Lo curioso es que, apenas se llama a esta asamblea, la comisión de árbitros encabezada por Castrilli los da de baja arguyendo bajos rendimientos, necesidad de proyectar figuras jóvenes, lo viejos que estaban y que Blanca llevaba dos años sin hacer pruebas físicas. La última asamblea sindical fue en diciembre de 2019. Sebastián Moreno era presidente.
Cuando le dije a Castrilli que no le creía porque no creía en las coincidencias, el ex juez de hierro reaccionó irritado y con vehemencia argumentó que los motivos eran técnicos y que la comisión no tenía relación con los problemas gremiales de los árbitros. Pero, claro, se los echa justo cuando van a censurar a Harasic y por razones discutibles: Patricio Blanca, quien es profesor de educación física, asegura que dio los exámenes el mes pasado; lo de la edad también lo ponemos en duda: hay cuatro árbitros más viejos en la categoría, incluido uno de 49 años, Claudio Aranda, cuando Oporto tiene recién 38. El mismo Patricio Blanca dijo el viernes públicamente que Castrilli lo despidió sin argumentos porque “no estaba para dar explicaciones”.
Pero sigamos con las coincidencias. La sede del sindicato de árbitros queda en la calle Chiloé, pues bien, en ella vive Cristián Espínola un juez asistente que hace meses no tiene actividad. De la nada, Espínola apareció nominado como segundo guardalíneas para el duelo del lunes, día de la asamblea, entre Fernández Vial y Santa Cruz en Concepción. Y para hacerla más linda, como primer guardalíneas designaron a Jonnhy Harasic. ¡Qué gran coincidencia! El hombre que tiene las llaves de la sede del sindicato y quien iba a ser censurado, la comisión los manda a Concepción el mismo día de la asamblea. Imposible que, como en el despido del jueves, haya obrado la Divina Providencia.
Aunque Castrilli lo niegue, la mano larga de Harasic y el sindicato se ve en la comisión, donde aliados importantes tienen asiento. Uno de ellos, bajó de Primera División a la B luego el 2006 de un arbitraje horroroso en un duelo entre Everton y Audax Italiano justo cuando un escándalo de apuestas ilegales sacudía al fútbol chileno. Y otro, un juez de línea, en este momento tiene deudas millonarias y problemas legales, lo que lo ponen en una posición muy frágil ante posibles presiones a la hora de designar o calificar arbitrajes.
Nadie entiende muy bien cómo un árbitro con tan poca trayectoria como Johhny Harasic tiene tanto peso en el referato chileno más allá de su posición como presidente del sindicato. Enrique Osses lo tenía muy corto, pero apenas lo echaron, ganó influencia en la ANFP y hoy es un peso pesado. Ya había renunciado una vez el 2020 y al final se quedó. Por dineros dudosos, en esa ocasión mandó una carta anunciando una investigación exhaustiva, que nunca se hizo. Desde ya, hace dos años que no cita a una asamblea. Sin que se note mucho, lo designan en partidos de la B bien lejos de Santiago. En Calama, Iquique, Vallenar o Arica se le ve seguido junto a Aranda. El dato, si sirve, indica que los mejores viáticos para los árbitros están en estos lugares.
Lo peor de todo esto, es que hay más de una docena de árbitros que dan testimonio, pero siempre en off the record. Temen las represalias, ni los FIFA ni los mundialistas se sienten libres de decir lo que piensan. El que reclama públicamente no arbitra más. Ya lo vimos el jueves pasado.