La columna de Guarello: Wanderito
“Este es un negocio complicado, poco rentable y que tiene demasiados factores impredecibles, poco tangibles y que escapan de cualquier control. Los buenos dirigentes tienen años de estadio, pasillos de la ANFP, entrenamientos, inferiores y frustraciones. Eso no se compra”.
Cuesta encontrar un equipo en la historia del fútbol chileno de un nivel tan bajo, tanto en funcionamiento como en resultados, como el que ha exhibido Santiago Wanderers en este campeonato 2021. Un punto en doce fechas, apenas cuatro goles a favor y veintidós en contra, sin anotar desde el 11 de abril (cuando perdieron 2-1 con Unión La Calera), y eliminado de la Copa Chile por un equipo de la Segunda Profesional que salvó la categoría por el reglamento, Deportes Concepción, el cuadro de Valparaíso es un espectro que apenas aporta un poco de voluntad, en medio de un festival de bajos rendimientos, lesiones y pelotas rifadas. Cuesta ver tres o cuatro pases seguidos en el equipo caturro. Va por su cuarto entrenador cuando todavía falta bastante para que termine la primera rueda y nadie apostaría, yo el primero en no hacerlo, que Emiliano Astorga pueda llegar a la segunda parte del campeonato.
¿Qué pasó con Santiago Wanderers? Para empezar, hay un lío arriba, en la cabeza. El presidente y dueño, en el papel, es el dirigente de la corporación Rafael González, pero no está clara la forma en que adquirió las acciones que pertenecían hasta hace muy poco al poderoso empresario Nicolás Ibáñez. Al parecer, Ibáñez se cansó de perder plata con el equipo y mandó todo al diablo. Algo muy común en empresarios exitosos y ganadores que creen que en el fútbol basta con el buen ojo comercial y se factura como el retail. Tal vez soñó que podía meter a Wanderers en la final de la Copa Libertadores. Pero este es un negocio complicado, poco rentable y que tiene demasiados factores impredecibles, poco tangibles y que escapan de cualquier control. Los buenos dirigentes tienen años de estadio, pasillos de la ANFP, entrenamientos, inferiores y frustraciones. Eso no se compra.
El tema es que Ibáñez le pasó Wanderers a González y los presupuestos se fueron a pique. Despidieron a Miguel Ramírez, que le había sacado bastante rendimiento a un plantel cortito y después se vendió todo lo vendible, dejando un equipo con los veteranos y cabros muy verdes. Y de afuera trajeron cualquier cosa. Como el centrodelantero uruguayo Maicol Cabrera, quien en once partidos no ha embocado un solo gol.
Lo obrado contra Colo Colo el jueves fue tristísimo. No solo por el 4-0 en contra, sino porque el equipo dirigido por Emiliano Astorga ni siquiera tuvo una línea de juego digna de ser analizada. Fue la definición de “no jugar a nada”. Como en el barrio, punta para arriba, a ver si Cabrera o Vallejos agarraban una. Tal chueca anda la cosa, que cuando Zaldivia les regaló un mano a mano al pasar de largo en un cierre, Vallejos la mandó afuera.
A todo eso se suma el factor de la barra, Los Panzers, que tiene amenazado a Rafael González. Le pusieron una bomba de estruendo frente a su casa hace un tiempo, y les meten mucha presión a los jugadores, sobre todo a los más jóvenes. La cosa viene muy mala y el plantel apenas se puede reforzar con cuatro hombres para lo que resta del torneo. Uno, Ronnie Fernández, por puro amor a la camiseta, se viene desde Arabia Saudita, donde gana bien y juega tranquilo, para dar una mano. Los otros nombres que suenan no parecen lógicos (Felipe Flores, Leo Valencia, Javier Parraguez), porque son muy caros y lo que necesita el equipo es compromiso total. Casi unos boinas negras.
El lunes se juegan una final contra Curicó. Si pierde, Santiago Wanderers va a entrar en la zona de oscuridad casi total, porque el penúltimo le sacaría nueve puntos. Pero eso, los números, es el menor de los problemas. Lo más grave ya se mencionó: el funcionamiento. No existe.