La columna de Juan Carlos Guajardo: El futuro de la minería, trabajo en construcción

"Hay que sumarse con confianza a reivindicar que la minería bien hecha y con una estrategia de desarrollo bien pensada e implementada es la mejor opción que tiene Chile para superar el subdesarrollo que nos aqueja".



Las normas que ponían en peligro inmediato a la minería finalmente no llegaron al borrador de la nueva Constitución. Si bien aún queda por ver qué sucederá en las comisiones de normas transitorias y de armonización, es muy probable que ni la estatización ni los permisos administrativos para regular los derechos mineros logren el quórum necesario con lo cual se evitará un desastre inminente.

Sin embargo, el futuro de la principal industria del país no luce despejado. Por el contrario, habrá que trabajar arduamente para que prevalezcan condiciones razonables y, por ende, se mantenga un adecuado funcionamiento de las operaciones mineras y exista un ambiente propicio para la inversión.

Las condiciones que habían definido a Chile como país minero estable y predecible ya han cambiado sustancialmente. Independientemente de si triunfa el Apruebo o el Rechazo en el plebiscito del 4 de septiembre, hay que hacerse cargo de la realidad de este cambio que tiene su origen no en un cuestionamiento a normas institucionales, que son más bien el síntoma, sino en un proceso de raíz más profunda. Ha avanzado en nuestra sociedad una visión crítica al modelo de desarrollo donde naturalmente las principales industrias como la minera son una piedra angular. Esta visión cuestionadora se nutre de ideas políticas como las que predominaron en la América Latina de los años 60 y 70 como la de dependencia y la sustitución de importaciones. A ello se suma la “ecología profunda”, que busca eliminar la preeminencia del hombre sobre la naturaleza, y la vertiente indigenista, que quiere darle un sello predominante a los intereses de minorías étnicas en la dirección de la sociedad.

Este cocktail, sintetizado en la palabra “extractivismo”, es la amenaza subyacente que ha infligido un daño importante a la confianza en que es posible realizar minería responsable y sustentable en el país, ya que su fin es oponerse a su existencia. El uso de movimientos sociales, de recursos judiciales y acción política ha apuntado a minar las certezas que la minería requiere.

El futuro de la minería se seguirá jugando, por ende, en los próximos hitos que vendrán. El resultado del plebiscito no será indiferente por cierto, pues definirá la ruta y los tiempos en que este debate ocurrirá, pero el trabajo será arduo de todos modos. Combatir las incertidumbres que ya quedaron instaladas requerirá de muchos argumentos técnicos y de una constante búsqueda de imponer racionalidad frente a visiones ideológicas sesgadas.

Tanto para el país, como por cierto para la minería, se trata de volver a construir consensos que viabilicen su desarrollo.

Y no hay que temer este combate de ideas. Por el contrario, hay que sumarse con confianza a reivindicar que la minería bien hecha y con una estrategia de desarrollo bien pensada e implementada es la mejor opción que tiene Chile para superar el subdesarrollo que nos aqueja. ¿Por qué varios de los países con los más altos estándares de vida en el mundo como Finlandia, Australia o Canadá se basan en la explotación de recursos naturales?. La respuesta es un arma muy poderosa en favor de la minería.

Aunque resulte repetitivo, no puede olvidarse que existe una gran oportunidad derivada de la transición desde un mundo basado en hidrocarburos a otro impulsado por energías limpias, donde los minerales serán más valorados y donde Chile tiene mucho que ganar. La minería ha sido, es y será la mejor oportunidad que tiene Chile. El campo de juego ha quedado abierto y corresponde trabajar para que siga aportando a su desarrollo de cada vez mejor forma.

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