La columna de Karen Thal: “Nadie puede solo”
"A pesar de ello, estos años podrían no ser perdidos, porque servirían para aceptar que tenemos que trabajar juntos y unidos en un propósito común, aun cuando no pensemos del mismo modo ni compartamos las mismas visiones sobre la forma en que deben resolverse las aspiraciones y necesidades de los ciudadanos".
Luego del resultado de este domingo, el aprendizaje más importante tras estos largos cuatro años, es que un cambio tan importante como modificar la Constitución no puede ser realizado sólo por un sector, sin incluir y negociar con un amplio arco de representación. Cada vez que algunos se creyeron capaces de interpretar a los ciudadanos y quisieron ir por todo, fracasaron.
Chile parece estar triste y deprimido. Sólo dos de cada 10 chilenos ven el futuro de nuestro país con optimismo. Ese estado de ánimo se entiende si se considera que, a cuatro años del estallido social, las demandas que dieron origen a la movilización siguen ahí, con pocas variaciones y con evidentes retrocesos en ámbitos como salud y educación. Chile es hoy más pobre y desigual que en la etapa previa al estallido social. A ello se suma una crisis de seguridad ciudadana que nos tiene viviendo con miedo, una inflación que todavía no converge a la meta del Banco Central, y episodios de corrupción que nos sorprenden cada vez por su magnitud y procedencia.
A pesar de ello, estos años podrían no ser perdidos, porque servirían para aceptar que tenemos que trabajar juntos y unidos en un propósito común, aun cuando no pensemos del mismo modo ni compartamos las mismas visiones sobre la forma en que deben resolverse las aspiraciones y necesidades de los ciudadanos. No se habrá perdido este tiempo si aprendemos que la política tampoco puede hacerlo todo sola y que se necesita del trabajo mancomunado con el sector privado, la academia, las organizaciones representativas de la sociedad civil y de todos quienes quieran y puedan aportar para sacar adelante al país.
Cerrado el capítulo constitucional, la urgencia es abordar, de una vez por todas, los problemas que importan a los chilenos. Desde hace tiempo, en Icare hemos venido insistiendo en estos conceptos. Sin colaboración y espíritu constructivo será difícil superar los complejos y urgentes desafíos que tenemos por delante. La principal responsabilidad para empujar este cambio de tono con que debemos relacionarnos la tienen quienes pueden incidir en las grandes decisiones del país.
Si logramos decodificar constructivamente los mensajes que hay tras la polarización y las descalificaciones, tal vez podríamos consensuar metas comunes para recuperarnos y avanzar en las soluciones que la ciudadanía, con razón, le pide a quienes ejercen el poder.
¿Qué tarea puede ser más importante, urgente y épica que construir acuerdos en lo fundamental, para que el país sea capaz de crecer en lo económico y a la vez crecer también en cohesión e igualdad de oportunidades?
Despejado lo constitucional, ahora se requiere una nueva hoja de ruta. La fórmula de los 30 años se agotó y los jóvenes que vinieron a transformarlo todo parecen estar fracasando, al igual que los dos procesos constitucionales. No pudimos aprobar una Constitución de manera transversal. Antes de que aparezca algún líder a proponernos “que se vayan todos y que no quede ni uno solo”, como se dijo al otro lado de la cordillera, si queremos salvar la democracia, recuperar la convivencia y la seguridad, es necesario retomar el camino del indispensable crecimiento. Y no parece haber otra fórmula que la colaboración, los acuerdos y el respeto en el disenso.
Presidenta de Icare.