La columna de Pedro Pellegrini: La descomposición nacional
"El fruto de esta CC lamentablemente está más que claro: Una aberración ideológica que busca crear un nuevo país, menospreciando toda la historia cultural y constitucional chilena"
Nadie puede negar que Chile votó mayoritariamente para tener una nueva constitución con la esperanza de buscar nuevos consensos, que nos exigen los tiempos actuales. Muchos también votaron para terminar con el significado de la “Constitución de Pinochet”, por todo lo que implicó ese período histórico, a pesar de que, en 40 años, esa constitución de 1980 fue modificada más de cincuenta veces, la gran mayoría de ellas en gobiernos después del retorno a la democracia.
Así, Chile confió y entregó a una Convención Constitucional (“CC”) la posibilidad de componer, integrar y ordenar lo que faltaba en nuestra sociedad, para seguir construyendo un Chile mejor. Y, en poco tiempo más, se nos consultará si la obra de la CC logró o no ese cometido.
El extenso texto avanzado hasta hoy ya contiene propuestas, más o menos definitivas, que son difíciles de soslayar, porque su aprobación implicaría -en mi opinión- no sólo cambiar los paradigmas de la Constitución del 80, sino que también borrar de un plumazo el aprendizaje de más de 200 años de historia, tirando a la basura los principios de nuestra cultura que fueron formándose en las 10 cartas magnas desde nuestra independencia.
Entre las cosas más importantes, la CC nos decreta: (1) Que Chile dejará de ser una sola nación, creándose un estado plurinacional. De esta forma habrá tantas naciones como pueblos originarios existan en Chile; las que exigirán recursos para su autogobierno, minando la unidad e integridad de Chile y con ello su soberanía y territorio. (2) Que Chile tendrá un sistema nacional de justicia y, en paralelo, un sistema de justicia indígena proponiendo jurisdicciones distintas, no subordinadas a la legislación común, socavando gravemente la unidad jurídica del país y el principio universal de la igualdad ante la ley. (3) Que Chile abandonará el bicameralismo (terminándose con el Senado) formándose una sola gran cámara, sin mayores contrapesos y que legislará por simple mayoría; lo que implicará quedar sujetos a los vaivenes de las mayorías de corto plazo y afectar gravemente los principios del equilibrio de poderes y de la estabilidad de las reglas del juego. (4) Que ese mismo Estado (y por esa misma simple mayoría) puede expropiarnos, sin pagar en efectivo el valor de mercado; utilizando sólo la noción de “precio justo, sin tener claro que abarca este concepto y a quien beneficia. (5) Que los fondos ahorrados por los trabajadores en Chile para su previsión en la vejez, provenientes de su propio sueldo, no serán heredables y, peor aun, pueden ser expropiables; recursos que, además, sólo podrán ser administrados por el Estado (Sí, ese mismo Estado que mencionamos antes y que será controlado por una simple mayoría en el congreso unicameral).
La lista puede seguir, pero al menos para mí el fruto de esta CC lamentablemente está más que claro: Una aberración ideológica que busca crear un nuevo país, menospreciando toda la historia cultural y constitucional chilena. En suma, una verdadera “descomposición nacional” que se farreó una oportunidad de un Chile mejor, y que obligaría a buscar otras alternativas más realistas y unitarias.
* El autor es abogado y director de empresas.