La consagración del desierto
El Desierto de Atacama es un territorio extenso, heterogéneo, dinámico y sobrecogedor. Desde este desierto se han obtenido las imágenes más nítidas del Universo; se han descubierto planetas y moléculas en atmósferas extraterrestres.
En su superficie hay rocas que no se han movido en 20 millones de años. Hay cerros concentrados en minerales y suelos moldeados por el tiempo. La corriente de Humboldt explica la alta concentración de peces y vida marina. El ser humano ha habitado la costa, el desierto y el Altiplano desde hace miles años dejando marcas indelebles en el entorno y en nosotros mismos, hijas e hijos de este territorio.
La historia de Chile no sería la misma sin la existencia del Desierto de Atacama. Distintos minerales han sido claves para el desarrollo económico del país, nitratos, cobre y ahora litio, son ejemplos del extractivismo clásico chileno: suelo o rocas mezclado con agua o ácido y exportados en sacos o barcos hacia el horizonte. En este viaje, pedacitos del Desierto de Atacama se han dispersado por el mundo: el salitre en los campos, el cobre en cables, el litio en baterías, dejando detrás pueblos fantasmas, vidas silenciadas, vacíos donde habían cerros y salares cada vez más secos.
El agua disponible en el desierto más árido del mundo ha sido usada sin contemplación. El río Loa, aguas subterráneas, salares y vertientes han sido incorporadas en la ecuación extractivista sin considerar las consecuencias al ambiente o las personas.
En esta historia de despojo y éxitos aparentes, los salares han sido los protagonistas olvidados. En Chile existen más de 50 salares que son vestigios de antiguos paleolagos. La historia está escrita en sus sales. Estos ecosistemas albergan una alta biodiversidad endémica adaptada a condiciones ambientales poliextremas, como atisbos de la Tierra primitiva y futura, en un escenario conmovedor de viento seco, danzas de cerros y la ultravioleta existencia. Varios salares han sido dañados de forma irreversible por la extracción de sus aguas para la gran minería del cobre, y otros han sido usados como contenedores de relaves mineros.
Este año se han aprobado dos proyectos para explotación de litio en el Salar de Maricunga, el último salar del Altiplano Sur, el último fragmento de la etapa lagunar del desierto. Además, se ha abierto una licitación para exploración de los salares de Infieles y Aguilar en la región de Atacama. Así, estos casi inexplorados salares pasan a ser parte de los elegidos para ayudar en la transición energética del planeta. La paradoja de los slogans. Llegamos tarde. Quizás alcancemos a sacar algunas fotografías antes de que las maquinarias rompan su superficie y obliguen a sus excelsos habitantes a emprender un viaje hacia un horizonte sin regreso. Ni la cercanía a un Parque Nacional limita la ‘vocación minera’ con el desgastado sufijo de la sustentabilidad.
¿Qué tenemos que hacer para evitar la destrucción del desierto, sus cerros, sus salares, su historia natural? ¿Cómo enfrentar estos dolores, estos olvidos, esta historia que se repite década tras década?
El Desierto de Atacama es el archivo planetario del pasado y el futuro. Desmitificar el desierto implica entender su fragilidad y la necesidad de su urgente protección. La visión simplista del desierto inerte, que lo reduce a un lugar de producción de recursos naturales, no permite establecer una conversación interdisciplinaria, multicultural, honesta y directa.
¿Y si pintamos los cerros de colores? ¿Y si bajamos las estrellas al suelo? ¿Podremos proteger el desierto? La consagración del desierto es la persistencia de la memoria, es la flor que crece en Octubre, es la esperanza de los salares en el firmamento.
*Científica
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