La cuenta de la presidenta del Senado
Por Manuel Agosin, académico FEN U. de Chile
Más allá de lo que uno pueda pensar de la senadora Yasna Provoste como candidata a la primera magistratura del país, sus destempladas palabras en su cuenta pública como presidenta del Senado son preocupantes. Hace ya mucho tiempo que venimos asistiendo a la descalificación como argumento político. Uno se pregunta, ¿hasta cuándo? Quisiéramos escuchar en nuestros líderes un sincero esfuerzo por dialogar y por utilizar la crítica constructiva en lugar que aquella que busca dañar al adversario. Más aún, cuando se trata del Presidente de la República.
En primer lugar, no era ese -la cuenta pública del Senado- el momento para entrar en una polémica con el gobierno liderado por el Presidente Piñera, más aún cuando él estaba sentado detrás de la senadora y no tenía derecho a réplica. Me apena que desde el regreso a la democracia ningún Presidente haya recibido el trato que le ha tocado sufrir el Presidente actual.
Detrás de esto se esconde la devaluación de la conversación política del país. Si queremos construir un país más justo, es importante empezar con las palabras. Los adversarios políticos no son enemigos, simplemente tienen una forma distinta de pensar. Todas las maneras de pensar tienen algo de verdad. El consenso se construye con palabras respetuosas para con el adversario, intentando que nuestra forma de expresarnos tienda puentes y no nos atrinchere a cada uno en el encierro de nuestra propia forma de pensar. O que solo queramos conversar con quienes concuerdan con nosotros.
En el caso del Presidente, es también menester considerar que él cumple dos funciones: es jefe de gobierno y, como tal, es el líder de la coalición que lo llevó al poder. Pero también es el jefe de Estado, el representante de la nación. Esta doble función es un problema para las democracias presidencialistas. En las monarquías constitucionales y en los gobiernos parlamentarios de Europa, estas funciones están separadas. El jefe de Estado es un rey (o una reina) o un Presidente (como es el caso de Alemania o de Italia) o Presidenta; y el jefe de gobierno es un(a) primer(a) ministro(a). Son los primeros ministros los que están en la refriega política del día a día, no los presidentes (o reyes). En nuestro caso, como jefe de Estado, el Presidente de la República merece un reconocimiento especial y un trato que se ajuste al de su investidura. En su ausencia, se devalúa la figura de su cargo y se desprestigia la política.
Las palabras y el tono en la que se las emiten crean o profundizan realidades. Nuestra crispación es exacerbada por nuestro lenguaje agresivo y la manía de ver enemigos en aquellos que no piensan como nosotros. Para superar la crisis actual de nuestro sistema político, se necesitan palabras amables y un debate constructivo que vea en quien tenemos al frente a una persona digna de ser escuchada, no importa cuál sea su domicilio político.