La deconstrucción
Por Gabriel Zaliasnik, profesor de Derecho Penal, Facultad de Derecho, Universidad de Chile
El proceso constituyente y su evidente descarrilamiento producto del revanchismo sobre el que se levanta, resulta imposible de negar hasta para el más recalcitrante defensor de la moderación y el buenismo. Hablar a estas alturas de la construcción de una casa de y para todos, es un eslogan vacío y creerlo es un auto engaño. En la Convención no prima la buena fe ni un espíritu constructivo. Día a día vemos cómo ese mundo paralelo que germinó en la violencia de octubre de 2019 y vio la luz en esta asamblea, se esmera por deconstruir nuestro país.
Especialmente elocuente resulta por lo mismo que las tres primeras palabras de la nueva Constitución aprobadas en el pleno de la Convención fueran: “Sistemas de justicia”. Éstas, con innegable olor chavista -solo las usa la Constitución de Venezuela- buscan abandonar la tradicional noción de Poder Judicial. El renovado uso del lenguaje sirve para crear nuevas realidades, en este caso, eliminar los contrapesos propios de un estado de derecho democrático. La maniobra es hábil. Aprovechar la indiferencia veraniega para comenzar la redacción de la nueva Constitución socavando la imparcialidad de los tribunales de justicia.
Los sectores más radicales de la Convención tienen claro que el Poder Judicial es la bisagra, la pieza clave, para cimentar el éxito del deslegitimado proceso constituyente. De ahí la prioridad asignada. Una vez erosionada la independencia, imparcialidad y unidad de la función jurisdiccional, el contenido del resto de la Constitución pierde valor. Poco importará el catálogo de derechos fundamentales que se consagre, o las normas que el proyecto constitucional contenga, pues quienes deberán interpretarlas, aplicarlas y hacerlas respetar serán tribunales sometidos al unilateral poder político.
Así, en la primera semana de votación de la Convención se jugó el destino de la Carta Fundamental y del tipo de sociedad en que habremos de vivir si es aprobada. Ya sabemos que difícilmente podremos contar con tribunales y jueces independientes ante quienes hacer valer pretensiones en disputa. El “Sistema de Justicia”, adornado con adjetivos -plurinacional, pluricultural-, llamado a resolver con perspectiva de género, y utilizando lenguaje inclusivo, solo será un remedo de Poder Judicial. En consecuencia, estamos en presencia de un golpe a la línea de flotación democrática de nuestro país. Se abre paso una vertiente de poder totalitario que privará a los ciudadanos de una judicatura libre e imparcial a la cual acudir.
En palabras de Stefan Zweig, “diariamente volvemos a ver que en el discutible y a menudo sacrílego juego de la política, al que los pueblos siguen confiando de buena fe sus hijos y su futuro, no se abren paso los hombres de amplia visión moral, de inconmovibles convicciones, sino que siempre se ven desbordados por esos tahúres profesionales (...), esos artistas de las manos ágiles”.